martes, 30 de diciembre de 2008

El valiente Despereaux


Érase una vez un lejano reino llamado Dor donde la desgracia acabó un día con las sonrisas y la alegría del pueblo, dejando a su rey abatido y a la princesa triste y desconsolada. En esos aciagos días nació Despereaux Tilli, un valiente ratoncillo dispuesto a darle la vuelta a las tornas del destino. El cuento infantil de Kate DiCamillo es un libro de 272 páginas que ha sido reducido a 94 minutos de metraje, y eso a veces se nota, sobre todo hacia el final de la película, y en algunas de las historias que conforman la bonita fábula ideada por la escritora de cuentos infantiles norteamericana. La película está dirigida por Robert Stevenhagen, realizador de la inadvertida Ratónpolis, y codirigida por Sam Fell. El diminuto ratón de desmesuradas orejas nos recuerda a veces al ratón gourmet de Ratatouille, la magnífica película de los siempre magistrales artífices que trabajan en Pixar Animation, ya que en sendos relatos la cocina tiene una importancia considerable, aunque de manera muy distinta diría yo. En aquella el acto creativo de cocinar nos llevaba por unos derroteros poco comprensibles para un niño, y en ésta los temas tratados en cambio resultan llanos y simples, pero no por ello menos válidos. Es más, si algo falta en las películas de animación de hoy en día es la inocente simplicidad propia de los relatos de estas características. Lamentablemente muchas de las películas de animación que se vienen haciendo desde que la tridimensionalidad opacó al dibujo tradicional en dos dimensiones, obvian la creativa labor de contar algo más allá de la gracia facilona e irreverente. No siempre es desdeñable, cuando como en el caso de Pixar el espectador inteligente adivina un trabajadísimo guión, que esconde siempre mucho más de lo que se nos cuenta con un primer vistazo, operando a distintos niveles, y haciéndose así con un público más adulto, permitiendo siempre la revisión, y siempre arrancándonos una sonrisa. La historia del ratoncito Despereaux nos habla del perdón, del coraje, y sobre todo de lo superficial que es a veces juzgar a los demás por la apariencia.
El Valiente Despereaux retoma la siempre agradecida labor de adaptar un cuento clásico, como antaño Disney, o no tan clásico, evitando la interminable sucesión de gags, sin dejar por ello de divertirnos. Tal vez en ocasiones el ritmo de la narración acabe por aburrir a un niño, dada la penosa falta de atención que padecen muchos de los niños hoy en día, y no tan niños, acostumbrados a frenéticos metrajes, donde poco se insinúa, y todo se expone, donde la pausada narración da paso a la inmediatez más desconcertante, y donde la reflexión más nimia apenas tiene cabida. Tal vez digo, porque la película tiene momentos muy buenos, sobre todo cuando el pequeño Despereaux deja atónitos a sus mayores en la escuela al mostrar una total falta de temor a todo lo que lo rodea, cuando precisamente en la escuela les enseñan a tener miedo, y a saber huir. Despereaux no huye y no teme a nada, y tiene el coraje de hablar con humanos, porque el ratoncito es más grande que los demás, pues su valor no tiene cabida entre seres tan medrosos, que recelan de su coraje y lo culpan por ello, porque ellos son cobardes. Un paria que deberá aceptar una vida que no esté guiada por el miedo, un mundo gobernado por dragones, y doncellas en peligro.
Cuando la película recurre a los flashbacks opta por el dibujo bidimensional, acercándose al dibujo tradicional, cuya estética acompaña perfectamente a la narración. Framestore Feature Animation es la compañía que se ha encargado de la realización visual del cuento, un muy buen trabajo, los decorados y fondos de la ciudad de Dor aunque a veces resulten algo pobres son espléndidos, y siempre se nos muestran bajo el velo pergaminoso del pintor renacentista Brueghel; sin embargo algunos de los personajes adolecen de una caracterización poco acertada, fallida en mi opinión, en cambio otros, sobre todo los principales, y muy especialmente el ratoncito Despereaux y sus progenitores, son perfectos, y resultan entrañables.
Todos nos sentimos atraídos por el diminuto roedor, cuyo valor es aún más grande si cabe que las orejotas que luce.

The Spirit (Crítica 2)


Frank Miller acaba de mearse en la tumba de Will Eisner. Mearse en la tumba de alguien ya es algo grave de por sí, pero cuando encima lo haces en la de tu reconocido maestro e incluso amigo la cosa ya alcanza una dimensión excepcional. Varios días después de haber visto la película, sigo intentando encontrar algún sentido a lo que ha hecho Miller, pero por mero hastío creo que ya es momento de dejarlo aún sin haber alcanzado ninguna respuesta. Es completamente inconcebible que el autor que un día escribiera el Batman: Año Uno, 300 o Sin City, todas ellas grandes obras del cómic, haya pergeñado un auténtico despropósito de adaptación de uno de los mayores clásicos del noveno arte. Cuando saltó por primera vez la noticia de que Frank Miller se iba a encargar finalmente de la adaptación de The Spirit a la gran pantalla creo que todos los seguidores del mundo del cómic en general se sintieron muy satisfechos. De la unión de semejantes talentos no podía salir nada malo, y además el aprecio personal de Miller por Eisner era garantía de fidelidad, honradez y, sobretodo, respeto a la hora de trasladar las viñetas a la pantalla. ¿Fidelidad? ¿Honradez? ¿¿¿Respeto??? ¡Desvergüenza! Quizá lo que mas duela de todo este asunto no es que The Spirit sea una de las películas más patéticas y ridículas proyectadas jamás en un cine, tampoco el desengaño de que el otrora gran autor haya escrito un guión que podría haber firmado un niño de 4 años, lo que más duele es precisamente que haya cogido el nombre de una obra y de un autor grandes para hacerlo, de forma que la mierda no sólo le salpique a él sino también, para quien lo desconozca, al verdadero Spirit de Eisner.

Lo que ha hecho Miller no tiene nombre, pero una sola palabra basta para definirlo: “ridículo”. Al menos esto bueno se le puede sacar a la película, es un producto del todo homogéneo. Todo, absolutamente todo en esta película es ridículo. Partiendo de un argumento inexistente que no da ni para un capítulo de serie de TV mediocre de media hora Miller ha escrito un guión absolutamente ridículo, sin pies ni cabeza, lleno de diálogos y monólogos vergonzosos que provocan incluso vergüenza ajena y repleto de supuestos chistes que ni siquiera tendrían cabida en un programa de Cruz y Raya. Un guión ridículo está perfectamente protagonizado por personajes ridículos: un Spirit cansino en sus vacíos y repetitivos monólogos interiores y un Octopus que es la perfecta personificación de la ridiculez que presenta el conjunto de la obra. Del resto de personajes baste decir que cada vez que aparecen en pantalla deseas firmemente que sea la última y desaparezcan por completo de la película y de tu mente, con la única excepción del personaje de Sand Saref, no sólo por el atractivo visual que siempre acarrea su presencia sino también por ser el único personaje tratado con un mínimo (mínimo en sentido literal, no nos vayamos a emocionar) de coherencia. Y para cerrar el círculo del ridículo no podía faltar una dirección ridícula. Queda patente que Miller no tiene ni la más remota idea de dirigir cine. Por ser un autor proveniente de un medio muy diferente, y por ser ésta su primera incursión en solitario, se le habría perdonado que fallara en la dirección si al menos hubiera cumplido con un guión acorde a su talento. Sabiéndose incapaz de dirigir una película, ha optado por copiar tanto en estilo visual como narrativo el trabajo que hicieron juntos Robert Rodríguez y él mismo en Sin City. Si hasta hace cuatro días pensaba que el mérito de dicha película debía recaer más en la labor de Miller que en la de Rodríguez, ahora mismo pienso todo lo contrario. Todo lo que en Sin City era majestuosidad y elegancia en The Spirit es ridículo artificio. Vestir al personaje con una corbata roja digital movida caprichosamente o hacer las suelas de los zapatos tipo dibujo animado no son más que tretas visuales para desviar nuestra atención del patetismo que las rodea.

Nadie debería ir a ver esta película a un cine. Cada euro o dólar que pagamos por esta broma de muy mal gusto es un atentado contra nuestra dignidad como espectadores y/o lectores de cómic. El espectador no aficionado al cómic saldrá disgustado por lo ridícula de la película. Los seguidores de Miller o Eisner saldrán infinitamente encolerizados, realmente enfadados, y no dejarán de preguntarse durante mucho tiempo qué cojones le ha pasado a este hombre para llegar a hacer algo así.

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domingo, 28 de diciembre de 2008

The Spirit (Crítica 1)


Francamente, la película me ha aburrido, me ha aburrido muchísimo. Parece mentira que un artista de la talla de Frank Miller, cuyas novelas gráficas justifican ya de por sí el que merezca un puesto de honor entre los dibujantes de comics, haya sido capaz de amuermar de tal modo a los espectadores en la que es su primera película como director. El creador de obras como 300, El regreso del Caballero Oscuro, Batman, año Uno, o Sin City, decidió lamentablemente embarcarse esta vez en la aventura de dirigir y guionizar los comics de Will Eisner`s The Spirit, obteniendo unos muy pobres resultados visto lo visto. El héroe en cuestión, y retomando una de las constantes del director, la de hallarnos frente a un cuerpo de Policía incompetente que tiene la buena suerte de contar con alguien que sí es capaz de sacarles las castañas, es en este caso the Spirit, cuyo alter ego es un Gabriel Macht resucitado, y que deambula por la oscura, nunca mejor dicho, ciudad de Central City, salvando a damas en apuros, o persiguiendo al malvado Octopus, la némesis del héroe, cargado de codicia y malas intenciones, y cuyos acólitos clonados son de lo más ridículo. Porque de hecho la película de Frank Miller resulta ridícula, extraña, y a los cinco minutos de metraje uno sabe que desgraciadamente sólo le queda esperar pacientemente sentado en la butaca si no quiere perder el dinero que ha pagado por la entrada, aunque sea una ilusión y al cabo del tiempo uno sea capaz de admitir por fin que el dinero se perdió ya en la taquilla al pagar la entrada de la sala donde se proyecta el experimento de Miller.
La película es arriesgada, pero tampoco aporta nada nuevo, imitando la predecesora Sin City, los planos en blanco y negro, salpicados con saturadas cargas de color rojo, y brochazos en los que el rojo pasa a ser blanco, jugando con las manchas, y las sombras, rellenando las viñetas, a veces eternas, de esta insulsa historia, tal vez anacrónica hoy día, y extraña cuando se pasean sin pudor alguno elementos propios del siglo XXI, y otros propios de mediados del XX. Aunque importa poco, porque eso es lo de menos, la falta de coherencia histórica, la exageración, importan poco, ya que forman parte del juego, al igual que la brillante Sin City, pero aquí nada importa porque la narración nunca llega a involucrar al espectador, da igual lo que vaya a suceder, más allá de esperar con alegría el siguiente plano donde podamos deleitarnos con la belleza de Eva Mendes. En realidad los actores lo hacen muy bien, sobre todo Samuel L. Jackson, que parece estar involucrado en cualquier fregado del estilo, pero no es suficiente cuando la agonizante narración da coletazos continuos en busca de un aire que nunca llegará a insuflar con vida a unas viñetas bonitas y planas de puro insustanciales.
La película no es muy recomendable, ni siquiera para quienes se consideren fans del dibujante y guionista Frank Miller.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Las tinieblas de Coppola - 3ª parte


En la novela de Conrad, al menos para quien escribe esto, el horror perpetrado por la Compañía belga, se me antoja incluso más horrible aún que la barbarie de Vietnam, e incomprensible. Una hipócrita actitud colonialista que vistió de progreso y de cruzada moral a las más espantosas vesanias cometidas por alguien tan injustamente olvidado, y que cuenta con inmerecidas estatuas en su país, que lo recuerdan, no como lo que fue, un sanguinario alter ego de cualquiera de los otros genocidas que han infestado a la Humanidad, sino como un monarca de poca monta que figura en los libros de historia, y poco más. Hipócrita resultó también el apoyo norteamericano, vestido de cruzada moral, al dictador Ngô Dinh Diem, protegido de Washington, con ayuda militar, y contra las fuerzas comunistas de Vietnam del Norte que apoyaron la FNL (Fuerzas Armadas de Liberación Popular), organización rebelde que luchó primero contra el colonialismo francés, y luego contra la República de Vietnam del Sur, y al Viet Cong. Éstos controlaban gran parte de las poblaciones rurales del sur y por eso Estados Unidos intervino aún a pesar de que no fueran una amenaza a la dictadura de Ngô Dinh Diem. El Viet Cong y las Fuerzas Armadas de Liberación Popular, comenzaron entonces la guerra de guerrillas abastecidos a través de la ruta Ho Chi Minh por el ejército norvietnamita, y que habría de durar más de diez años. Ambas realidades, la del genocida rey Leopoldo II, y la de la imposible guerra contra los comunistas de Vietnam del Norte, son igualmente “sucias” y terribles. Leopoldo II acabó al menos con la mitad de la población congolesa en veintiún años como quien dice, y consiguió destruir las instituciones, tradiciones, y dignidad de los nativos. La guerra del Viet Cong y el ejército norvietnamita contra los norteamericanos fue el fruto de las continuas hostilidades ya existentes en aquel entonces. Ho Chi Minh, en Vietnam del Norte, había comenzado ya una profunda reforma agraria a través del terror, donde miles de personas fueron ejecutadas, torturadas y encarceladas, acusadas de ser terratenientes, por lo que muchos huyeron a Vietnam del Sur, donde gobernaba el nepotista dictador Ngo Dinh Diem, admirador de Adolf Hitler y adicto al opio, y que hizo encarcelar en campos de concentración y ejecutar a cientos de personas que amenazaban su dictadura.
Francis Ford Coppola desterró los elementos ficticios con que se había maquillado la guerra de Vietnam a lo largo de los años, y ya desde el año 1955 con Jump into Hell, durante la colonización francesa en Vietnam y su lucha contra la guerrilla de Ho Chi Minh, hasta la panfletaria Boinas verdes con John Wayne a la cabeza del reparto, o películas con tintes de comedia como MASH o Los chicos de la compañía C. La huella del conflicto no se ha dejado de sentir, aunque sea veladamente, en muchas películas que no son tan siquiera bélicas. Pero ninguna como la de Coppola ha sido capaz de mostrar la locura incoherente de una guerra tan oscura como fue la de Vietnam. “La Guerra de Vietnam no fue una guerra como las demás, y por ello mientras la hacía, no quería que esta película fuera una película de guerra como las demás”, decía Coppola. Y por ello el realizador norteamericano encontró en la obra de Conrad el sustrato narrativo necesario con el que poder desarrollar una historia mural que desembocara en el torbellino alucinatorio que sufre quien se adentra en el corazón de las tinieblas, y que cubrieron la horrenda guerra contra los norvietnamitas, y el Viet Cong del sur de Vietnam, como denominaban los vietnamitas del Sur, el “Víctor Charlie” de los norteamericanos.
La pesadilla de Coppola nos recuerda, en palabras de Joseph Conrad, que “vivimos como soñamos, solos”

Las tinieblas de Coppola - 2ª parte


Apocalypse Now se construyó sobre la base de la novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, y de la que emanaron los aspectos fundamentales de la película, aunque con distinto cariz, dada la diversa naturaleza de las situaciones planteadas. La primera utilizaba la guerra de Vietnam como ”telón de fondo”, en palabras del mismo realizador, y abarcaba cuestiones que finalmente superaban a la propia guerra, conduciéndonos a los abismos del “horror” que asola el corazón y la mente del desesperado Kurtz. El horror mismo de la guerra, pero incluso más diría yo, el horror de quienes creen haber encontrado en la primordial brutalidad del ser humano la perfección sobrehumana, carente de sentimientos, desapasionada, y sin juicio alguno, capaz de vencer las fronteras entre lo que está bien y lo que está mal. Una absurda y terrible teoría defendida por una persona anímicamente destrozada por las circunstancias, las de la impía guerra cuya infinita voluntad de destruir y vencer al enemigo pueden conducir a las más atroces acciones, porque “es el juicio” según Kurtz, “lo que nos derrota”. La obra de Conrad en cambio nos lleva de la mano por la pesadilla de Charlie Marlow, alter ego del capitán Willard en la película, a lo largo del Río Congo, a finales del siglo XIX, durante la aventura colonial europea en África. Marlow al igual que Willard también debe encontrar a Kurtz, jefe de una explotación de marfil, y del que se sabe poco desde que desapareció río arriba. El “horror” del que el coronel Kurtz hablaba en la película comparte su más íntima naturaleza con la del “horror”del Kurtz de la novela. Es la vuelta a la primordial brutalidad del ser humano de la que hablaba antes, pero en esta ocasión, el caos del que surge éste viene dado por el espantoso período en el cual la Compañía belga del olvidado rey Leopoldo II, cometía las más espantosas atrocidades en nombre del progreso. El sanguinario rey Leopoldo II gobernó su colonia africana, el Congo, hasta 1906, año en el que no tuvo más remedio que claudicar y ceder su propiedad al Estado belga, dada la enorme presión pública, por los horrores y la cantidad tan enorme de crímenes cometidos en la desafortunada población centroafricana.
Durante mucho tiempo se fraguó la mentira en la cual muchos intelectuales vieron la oportunidad, respaldados por el genocida belga, de civilizar a los salvajes que habitaban esa parte de África. El rey Leopoldo II fue en palabras del escritor Vargas Llosa “condecorado, bañado en incienso religioso y periodístico, y considerado un redentor de los negros” En realidad la Compañía belga se ocupó de torturar a miles de infelices para que llegaran a cubrir las cuotas especificadas de caucho y marfil. A través del terror, el asesinato, las mutilaciones y los castigos corporales para quienes no cumplían con las cuotas. Como consecuencia murieron entre cinco y ocho millones de nativos, y Leopoldo II de Bélgica pasó a ser el hombre más rico de Europa. La experiencia africana transforma al capitán Charlie Marlow, del mismo modo que la experiencia a través del río en Vietnam opera la mutación del capitán Willard. Ambos personajes admiran, y de forma contradictoria, al enigmático Kurtz, mientras ascienden por un río peligroso plagado de nativos que acechan en los recodos, y en medio de una naturaleza feroz, de calor sofocante, que va moldeando las ideas que ambos personajes fraguan en sus mentes. “Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron en reyes” Marlow mitifica a Kurtz, un agente comercial capaz de enviar cantidades de marfil muy superiores a las de cualquier otro agente o de todos ellos juntos, de mente lúcida, y cuyos planes e ideales de progreso parecen brillantes. Kurtz había redactado un manual que pudiera guiar la tarea civilizadora y comercial en esa parte del Congo: «Cada estación de la compañía debería ser como un faro en medio del camino, que iluminara la senda hacia cosas mejores». Del mismo modo, Willard no comprende cómo alguien como el coronel Kurtz, con un pasado militar y académico intachable, pueda haber sucumbido finalmente a una barbarie tan ancestral, abandonando la luz por la tiniebla más impenetrable, la que se oculta en el corazón de cada hombre y que emerge furiosamente cuando éste se ve rodeado de las tinieblas de la guerra, o la codicia desmedida en las colonias europeas. Charlie Marlow dice: “No podíamos entender porque nos hallábamos muy lejos, y no podíamos recordar porque viajábamos a la noche de los primeros tiempos; de esas épocas ya desaparecidas, que dejan con dificultades alguna huella…pero ningún recuerdo. La tierra no parecía la tierra. Nos hemos acostumbrado a verla bajo la imagen encadenada de un monstruo conquistado, pero allí…allí podía vérsela como algo monstruoso y libre” Kurtz en ambos casos, en la película de Coppola, y en la novela original, acaba apartándose drásticamente de la luz inmerso como está en la oscuridad hostil de la jungla, y cuando Willard/Marlow lo encuentra está ya totalmente corrompido. El Kurtz de Conrad yace enfermo en una miserable choza rodeada de cabezas humanas empaladas, una situación muy similar a la de la película de Coppola, pero en vez de soldados “montagnard” fieles seguidores de su “dios”, el Kurtz de la novela somete a través del terror a los adoradores indígenas, y padece un ansia ilimitada de poder y riqueza. “La selva había logrado poseerlo pronto y se había vengado en él de la fantástica invasión de que había sido objeto. Me imagino que le había susurrado cosas sobre él mismo que él no conocía, cosas de las que no tenía idea. Al quedarse solo en la selva había mirado a su interior y había enloquecido. El denso y mudo hechizo de la selva parecía atraerle hacia su seno despiadado despertando en él olvidados y brutales instintos, recuerdos de pasiones”

Las tinieblas de Coppola - 1ª parte


“Yo estaba allí, en medio de la selva, y todo el mundo me miraba. Teníamos problemas, no sólo a causa de las terribles tormentas y las tensiones en el trabajo, sino porque habíamos llegado a un punto en el que no podíamos continuar con la película […] Tenía dificultades y a nadie a quien pedir ayuda […] Al final llegué a un punto en el que dejé de luchar y me iba a la cama pensando: “Se acabó; no puedo, no puedo hacerlo”. Una vez desperté y me di cuenta de que daba igual. Al igual que el tipo que dice: no necesito el trabajo, no necesito un coche nuevo, no necesito triunfar en mi carrera; en la vida hay cosas más bellas e importantes que eso. Así que empecé a pensar que podía convertir la película en algo personal, que podría seguir mis instintos sin preocuparme de nada más. Aunque fracasara, al menos habría rodado la película que quería.”
Con estas palabras definía Francis Ford Coppola su personal experiencia a lo largo de los 238 días del rodaje en Filipinas de la que es ya su obra magna, la mítica Apocalypse Now; y al igual que el capitán Willard, el personaje de ficción que remonta el río en pos del coronel Kurtz, Coppola tuvo que remontar su propia senda de las pesadillas para poder finalmente concluir la filmación de la misma, en un insensato empeño por hallar respuestas a modo de catarsis, y a través del viaje, en este caso por entre las entrañas de Vietnam, al horror de la guerra, una guerra sucia y extraña, extraña como la película.
“El film trata en un principio de situar al espectador en un lugar agradable y luego le hace remontar el curso del río. Y realmente remontas el río, y al final te das cuenta de que te has vuelto loco y que no sabes cómo has podido llegar hasta aquí. Y Vietnam era un poco eso” Coppola quiso con esta película plantear las grandes preguntas que la guerra de Vietnam suscitó en los americanos, y poder tratar de la noción del bien y el mal, “algo con lo que uno siempre se encuentra al tratar un tema en que hay personas que creen ser muy buenas, muy morales y que hacen cosas que parecen terribles”. Recuerdo que la primera vez que vi la película pensé en lo extraño que resultaba el hecho de comenzar a ver una película bélica al uso, y acabar viendo una inclasificable sucesión de secuencias en las que ya se había operado el cambio, a lo largo del río, y que derivaba en la locura de llegar a no cuestionarse a Kurtz y sus actos de terror. Un personaje mítico que ha sabido adaptarse a la violencia del entorno en su pequeño reino construido en lo más recóndito de la selva. La mesiánica presencia del coronel también llega a subyugar al transformado Willard, que duda de la misión que le han encomendado, la de acabar con un enloquecido coronel Kurtz, carente de método alguno, como le apunta el capitán Willard a éste. Al respecto Willard dirá: “En el río pensé que en el momento que le viera sabría que hacer, pero no fue así. Estuve allí con él durante días, sin vigilancia, me tenía libre. Sabía que no me iría a ningún lado” Willard es sin embargo para Kurtz, “el chico obediente que mandan los tenderos a cobrar la factura. “
Coppola de hecho pensó en concluir su Fitzcarraldo personal con el pesimista devenir a que la nefasta rueda de la vida conlleva, un infinito círculo sin principio ni fin, y que en el caso de Willard le llevaba a ocupar en realidad el puesto de líder de los soldados “montagnard”, que custodiaban al loco de Kurtz antes de su asesinato, en el pequeño reino selvático. Aún así, el final alternativo adoptado por la Distribuidora United Artists, el que todos conocemos, parece de igual modo arrastrar a Willard al principio de la historia, cuando desmoralizado espera una misión que lo arranque de su soledad en Saigón: “Mierda, aún sigo solo en Saigón. A todas horas creo que me voy a despertar de nuevo en la jungla. Cuando estuve en casa durante mi primer permiso era peor. Me despertaba y no había nada […] Cuando estaba aquí quería estar allí; cuando estaba allí, no pensaba más que en volver a la jungla.” Irónicamente, los créditos iniciales arrancan al son de la canción de Jim Morrison que nos advierte ya de que lo que estamos viendo es el fin.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Superfumados


Si alguna vez os acercáis aunque sea lo más mínimo a una sala en la que se proyecte esta película, haced caso a Gandalf y huid, ¡huid insensatos! En caso contrario os encontraríais presenciando la más insustancial, sosa y vacua de las comedias. Dos palabras bastarían para describir a esta película: Basura infumable. Realmente hacía mucho tiempo (quizá desde la insufrible Guardianes de la Noche) que no me aburría tanto en un cine. Este año me he reído a carcajadas viendo Zohan, y por poner un ejemplo de película de argumento similar a la que nos ocupa, Airbag se encuentra entre mis comedias preferidas. Superfumados es una soberana estupidez. Intenta ir de comedia transgresora utilizando camellos y colgados como protagonistas o añadiendo relaciones entre adultos y menores, pero en ningún momento llega a plantear situaciones políticamente incorrectas. La cinta gira y gira y uno no sabe si está viendo una comedia sin gracia o una película de acción de serie B, más que nada porque sus propios responsables son los primeros sin saber qué estaban haciendo. Ni un solo gag encontramos capaz de hacernos reír, puesto que la cinta carece por completo de humor ya no digamos verbal sino visual siquiera. Entre tanta basura, sólo James Franco se libra de la quema por su correcta interpretación dando lugar a un simpático personaje al que, en una película con la dosis mínima de interés, se le podría haber sacado un gran partido cómico. Y ya he perdido más tiempo del que se merece esta película para hacer la crítica, pero me sentía obligado a avisaros de que ni os acerquéis a tamaña bazofia. Y no, ni aunque fuéramos emporrados hasta las cejas llegaríamos a reírnos viéndola.

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lunes, 22 de diciembre de 2008

Crepúsculo


El vampiro es sin duda una de las figuras más románticas salidas de la imaginación humana. Si el nacimiento del vampiro literario se lo debemos a los grandes escritores románticos del siglo XIX como Polidori, Le Fanu o Stoker, el renacimiento se lo debemos a Anne Rice cuando hace ya más de 30 años publicó su Entrevista con el Vampiro, dando inicio así a una larga saga que se ha extendido hasta hace pocos años. Por lo que se intuye tras ver Crepúsculo, la saga literaria de Stephenie Meyer bebe mucho de la concepción del vampiro de Rice, pero siempre lejos de la profundidad a la que nos tiene acostumbrados la bruja de Nueva Orleáns. Crepúsculo no es una historia de terror, ni misterio ni acción. Crepúsculo es una historia de amor, una película romántica protagonizada por vampiros. La pega que se le puede achacar a la película es que no acaba de aprovechar todo el potencial que brindan estos seres de ultratumba y por ello acaba resultando un producto ciertamente deshinchado. El utilizar el vampiro como un inmortal seductor no es nada nuevo, todos los autores mencionados anteriormente ya lo hicieron hace cerca de 200 años. Desde este punto de vista, la película consigue sus mejores momentos durante la primera mitad de la cinta en la que la joven Bella Swan es seducida por los encantos del vampiro Edward Cullen y somos testigos de la caída de Bella a los precipicios de la locura amorosa. A lo largo de todo esta parte de la película se nos dejan caer poco a poco todos esos rasgos que han caracterizado al vampiro moderno como ese inmortal seductor, capaz de crear una atracción casi animal en los mortales que le rodean, esclavo del precio de la sangre para mantenerse con vida, y con una fuerza y sentidos sobrehumanos. Lamentablemente, una vez la pareja se ha consolidado la cinta no consigue adquirir la consistencia suficiente y el interés decae a una velocidad estrepitosa. A partir de este momento nos encontramos con toda una serie de secuencias tan desaprovechadas como el momento Los padres de él o tan innecesarias como el partido de béisbol, que apenas aportan nada a la historia que se nos contaba hasta el momento. En lugar de estas escenas tan asépticas, en el tramo central de la película se hace evidente la necesidad de situaciones mucho más conflictivas, aprovechar la innata dualidad del vampiro como fuente de vida y muerte más que diferenciar tan descarada e irrealmente a los vampiros buenos de los vampiros malos.

Siendo la adaptación de una novela de gran éxito a nivel mundial, sorprende el bajo presupuesto del que dispone la cinta y el enfoque intimista que se le ha otorgado, totalmente opuesto a las grandes superproducciones que nos suelen ofrecer en estos casos. En este sentido cabe destacar la estupenda interpretación de la pareja protagonista, unos poco conocidos Kristen Stewart y Robert Pattinson que cumplen a la perfección con sus papeles de adolescente perdidamente enamorada la una y vampiro chulo y sobrado pero a la vez tierno el otro. Las interpretaciones individuales de cada uno de los dos actores confluyen en una actuación conjunta fruto de una química innegable desde su primer encuentro, y que sostiene en todo momento el peso de la cinta. El contrapunto negativo lo ponen unos personajes secundarios totalmente planos y carentes de interés, con la única excepción del padre de Bella, que consigue escaparse de los estereotipos del sheriff de pueblo para configurar un personaje propio y lleno de interesantes matices. Siguiendo con el tono general de toda la película, en la factura técnica nos volvemos a encontrar con una de cal y otra de arena. La preciosa fotografía de los paisajes naturales de la frontera estadounidense con Canadá, con esos lluviosos bosques en los que los escasos rayos de luz deben luchar contra metros y metros de enmarañados ramajes para alcanzar el suelo, contrasta con la tosca e inexperta utilización de unos efectos especiales a años luz de la tecnología que se maneja hoy en día incluso en proyectos de bajo presupuesto.

Estamos pues ante una película con un planteamiento interesante, que devuelve a los vampiros a la primera línea de actualidad, y sostenida por unas interpretaciones sólidas y convincentes. Lamentablemente el resultado se ve empañado por un desarrollo simplista, que aleja al espectador de cualquier atisbo de conflicto moral frente a lo que está viendo, y una dirección por momentos tosca que no acaban de fraguar el producto final que podría haber sido. Esperaremos a ver si la siguiente entrega, en la que Chris Weitz (La Brújula Dorada) sustituirá a Catherine Hardwicke tras las cámaras, solventa los mencionados errores llevando la historia a terrenos más tenebrosos a la vez que mantiene los aciertos de esta primera parte. Si todo sigue según lo previsto, tendremos la respuesta allá por noviembre de 2009.

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domingo, 21 de diciembre de 2008

El intercambio


Los Ángeles 1928, Christine Collins, la protagonista del nuevo drama presentado por el actor y director Clint Eastwood, deberá enfrentarse a la angustiosa experiencia de perder un hijo, para luego padecer la desesperada impotencia de quien se sabe engañada por un corrupto y despreciable Departamento de Policía que busca a toda costa lavar su imagen, anteponiendo para ello sus deleznables intereses al bienestar de la madre y el hijo; un hijo al que la Policía deja de buscar cuando afirma por fin haberlo encontrado, aún a pesar de las repetidas negativas de Christine Collins que desesperada clama por el error de estos, al descubrir que el niño hallado no es en realidad su hijo. La historia nos depara aún otros oscuros acontecimientos. Con precisión, y con una ya característica pausada elegancia, el director de Million Dollar Baby, y Sin Perdón, nos transporta esta vez, ya desde el primer instante en el cual el logo de la Universal aparece en pantalla con el aspecto que lucía en los años 20, a la ciudad cinematográfica de Los Ángeles en aquellos años antesala del cine sonoro, cuando Chaplin conseguía sus mejores comedias, y el Western triunfaba alcanzando su carácter emblemático, no en vano el niño Collins tiene como héroe a un actor de westerns en el Hollywood de aquel momento, y sueña con poder cabalgar un día sobre el lomo del caballo del héroe. La ambientación es perfecta, transpira realidad y verdad en todo momento, y los planos, siempre con la austeridad característica en Eastwood, no dejan nunca de resultar majestuosos y armónicos con el resto de la historia, que no hace alardes, y se beneficia de una narración precisa. Los abominables acontecimientos que tuvieron lugar durante aquellos años nos dejan pasmados cuando comprobamos la indefensión de la mujer por aquel entonces, rodeada de un incomprensible machismo, y donde una tolerada violencia, cuando éstos pegan a sus mujeres, da pie incluso a una aún más deleznable canallada, la de encerrar en un manicomio a las mujeres que llegan a quejarse en exceso por la violencia soportada. La historia emana tensión, sin exponer a los personajes en exceso para no caer en el melodrama más absoluto, aunque la cosa es para echarse a llorar, dada la dureza de la historia. El maestro Eastwood, porque para quien esto suscribe desde luego lo es, peca en ocasiones de maniqueo, porque aunque la actuación de Angelina Jolie es brillante, su personaje en ocasiones acaba distanciándose demasiado del espectador, tal vez por la “perfección” que parece exhibir a lo largo de las dos horas y veintidós minutos que dura la película, tal vez por una marcada diferencia con cualquiera de las otras mujeres que la rodean a lo largo de la pesadilla, y que hace que ella sobresalga siempre, provocando la falta de atención sobre tan dramático personaje.
La película nos sorprende con un giro inesperado cada vez que el extenso metraje parece estar dilatándose más de lo necesario, creando por momentos la extraña sensación de estar presenciando el final, cuando de hecho, la historia no ha pronunciado aún su última palabra con respecto al asunto Collins.
Un drama conmovedor narrado con el característico buen hacer del septuagenario realizador norteamericano.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Ultimátum a la Tierra


Ultimatum a la Tierra es el título en español de la película norteamericana The day the Earth stood still, como se ve, la susodicha adaptación al castellano nos indica ya por adelantado el ultimátum que se nos está lanzando, y a modo de advertencia, por parte de vete a saber tú quién, para que dejemos ya de una vez de gastar el dinero ante insulseces del estilo. La película, que se une a la ola de remakes de películas de ciencia ficción que ya cuentan con cinco décadas al menos a sus espaldas demuestra con creces lo inútil del esfuerzo, y uno se pregunta por qué debería tomarse nadie tantas molestias en hacerlo. El realizador Scott Derrickson nos sorprende con una nada memorable revisión de la primera versión, basada en la historia de Harry Bates Farewell to the Master, y dirigida por Robert Wise, que fue rodada durante la Guerra Fría, cuando proliferaron las películas alarmistas en una sociedad temerosa ante cualquier invasión comunista, o para el caso, extraterrestre, en definitiva, que pudiera acabar con el estilo de vida norteamericano; los extraterrestres con avanzadas tecnologías eran muy adecuados para la tarea destructiva, y más rentables, cinematográficamente hablando.
La película de Derrickson carece de aliento, y nos recuerda por enésima vez lo malvada que es la raza humana con la Naturaleza, y cómo la irresponsable conducta de éstos, los humanos, tiene sus consecuencias. El asunto, así planteado, carece de relevancia hoy día, porque ya no necesitamos robots ni alienígenas que nos recuerden lo desastroso de nuestra conducta. La historia, a pesar de ello, podría haber intentado ser más interesante, si no hubiera decidido dormirse en los laureles de los efectos digitales, impresionantes para variar, y haber evitado la rutina narrativa, a la cual ni tan siquiera el buen hacer de Jennifer Conelly consigue sacar a flote. La película no convence y cuando los créditos aparecen en pantalla por fin, es difícil evitar preguntarse cómo consiguen hoy en día muchos directores que no sintamos emoción alguna ante algo que se presupone debería ser un gran espectáculo, y uno tenga la sensación de haber estado suspendido en el vacío durante dos horas.

Índice

Índice de todas las críticas y artículos del blog.

0-9

300 (Miguel)

A

A ciegas (g4f5g6)
A Dos Metros Bajo Tierra: Por los Fisher. Descansen en Paz (Artículo) (Miguel)
Australia (Miguel)

C

Camino (Gabriel)
Crepúsculo (Miguel)
Cine versus literatura (Gabriel)

D

Déjame entrar (Miguel)

E


El Caballero Oscuro, o el efecto Lucifer - 1ª parte (Artículo) (Gabriel)
El Caballero Oscuro, o el efecto Lucifer - 2ª parte (Artículo) (Gabriel)
El curioso caso de Benjamin Button - Crítica 1 (Gabriel)
El Curioso Caso de Benjamin Button - Crítica 2 (Miguel)
El desafío: Frost contra Nixon
El Greco (Gabriel)
El Hijo de Rambow (John)
El Intercambio (Gabriel)
El luchador (Gabriel)
El valiente Despereaux (Gabriel)
En el Nombre del Rey (Miguel)

G

Gomorra (Gabriel)
Gran Torino (Gabriel)

I

Indy IV, lo que pudo ser y no fue - 1ª parte (Artículo) (Gabriel)
Indy IV, lo que pudo ser y no fue - 2ª parte (Artículo) (Gabriel)

L

La duda (Gabriel)
La Semilla del Mal (Miguel)
La teta asustada (Gabriel)
Las tinieblas de Coppola - 1ª parte (Artículo) (Gabriel)
Las tinieblas de Coppola - 2ª parte (Artículo) (Gabriel)
Las tinieblas de Coppola - 3ª parte (Artículo) (Gabriel)

M

Madagascar 2 (Miguel)
Mongol (Gabriel)
Mi nombre es Harvey Milk (Gabriel)

O

Outlander (Miguel)
Ong Bak 2 (John)

P
Peter Jackson, adaptando a Tolkien - 1ª parte (Gabriel)
Peter Jackson, adaptando a Tolkien - 2ª parte (Gabriel)
Peter Jackson, adaptando a Tolkien - 3ª parte (Gabriel)

Q

Quantum of Solace - Crítica 1 (Gabriel)
Quantum of Solace - Crítica 2 (Miguel)

R
RocknRolla (Gabriel)
Revolutionary Road - Crítica 1 (Gabriel)
Revolutionary Road - Crítica 2 (Miguel)

S

Saw V (Miguel)
Señales del Futuro (Miguel)
Sex Drive (John)
Siete almas (Miguel)
Slumdog Millionaire (Gabriel)
Superfumados (Miguel)

T

Terminator Salvation (John)
The Fall - Crítica 1 (Miguel)
The Fall - Crítica 2 (Gabriel)
The Spirit - Crítica 1 (Gabriel)
The Spirit - Crítica 2 (Miguel)


U

Ultimátum a la Tierra (Gabriel)
Un Chihuahua en Beverly Hills (John)

V

Valkiria (Miguel)
Viernes 13 (2009) (Miguel)

W

Watchmen (Miguel)

X

X-Men Orígenes: Lobezno (Miguel)

domingo, 14 de diciembre de 2008

El caballero oscuro, o el efecto Lucifer - 2ª parte


A través de los resquicios que asoman por entre la acción uno adivina que hay algo más, la insistencia de Batman no es vana, pues de hecho, él más que nadie persigue al héroe que cada uno de los ciudadanos de Gotham puede llegar a ser, y poder así desechar la máscara, retirándose definitivamente de las calles de Gotham. No es raro hoy en día que, sobre todo entre los ávidos lectores de comics, exista la creencia de que dado que los héroes tienen superpoderes sólo éstos pueden combatir al mal, dándose el gustazo de ser héroes. Pero eso no es del todo cierto, con las evidentes diferencias que hay respecto de las fantasías de la mayoría de éstos. El caballero oscuro ahonda en el asunto cada vez que aparecen en escena Harvey Dent, Rachel, Alfred, o el comisario Gordon. Porque estos cumplen la función del ciudadano medio que debe rechazar día a día el mal que los acecha, sin tener que recurrir a las artimañas del hombre murciélago, y sin una máscara que oculte su rostro. Un heroísmo más prosaico por lo general, pero que puede sortear exitosamente los caminos de transformación en el carácter.
El efecto Lucifer se manifiesta a través de siete procesos, que son: primero el dar mecánica y estúpidamente el primer pequeño paso, cometiendo pequeños males. Segundo deshumanizando a los otros, como pueda ser el hecho de excusar las malas acciones con la ausencia de respeto o el desprecio total hacia los demás, ya sea por racismo, clasismo, elitismo, o lo que uno quiera inventar para justificarlo a uno mismo. Tercero, desindividualizarse, creando el anonimato, al ponerse uno una máscara, y que en el caso de la policía de Gotham abre las puertas de la corrupción, del mismo modo que los soldados en Abu Ghraib aplicaron la tortura a los prisioneros de guerra respaldados por la autoridad, lo que nos lleva al cuarto proceso, difuminar la responsabilidad personal, la del soldado que sigue las órdenes de un superior mediante la ciega obediencia a la autoridad. El comisario Gordon resiste al efecto Lucifer, no dejándose nunca atrapar por la tolerada corrupción silenciosa que lo rodea, esto sucedía, sobre todo, en la primera entrega de Batman. Quinto, mediante una conformidad carente de autocrítica hacia el grupo y las normas. Sexto, a través de la tolerancia pasiva hacia el mal, mediante la inacción, o la mera indiferencia, Rachel y Harvey Dent como abogados comprometidos, encarnan todo lo contrario, aunque lamentablemente, al final, Harvey Dent sucumba al efecto Lucifer, dando paso al nuevo villano, Dos caras. Y séptimo y último, frente a nuevas situaciones, o frente a lo nuevo, cuando el bien da paso al mal.
El caballero oscuro, representa más que ninguna otra película del género, la lucha no contra el mal, sinó contra el mismo efecto Lucifer, de hecho el Jócker hará todo lo que esté en sus manos para conducir a los buenos hacia el mal, y por eso mismo la victoria del Jócker, en el colmo de su cinismo, no consistirá únicamente en conducir a los demás a la destrucción y a la muerte, sino que vencerá cuando los demás sucumban al mal. El gran acierto de Christopher Nolan radica en haber compuesto un imbricado de relaciones, donde las decisiones de unos afectarán las de los demás, volviéndose incluso más doloroso en el caso de Batman, que ostenta una posición de poder, físico, y que debe sufrir las consecuencias nefastas de las decisiones equivocadas.
Nolan dejó claro desde la primera película sobre el hombre murciélago cuáles eran los derroteros por los que pensaba discurrir la narración, apartándose de la caricaturesca estética de las anteriores y nefastas versiones cinematográficas, con las excepciones aportadas por Tim Burton, sobre todo la primera de las mismas. No voy a entrar ahora en comparaciones, lo que es inútil, por la excesiva diferencia, y al respecto reseñaré que igualmente resulta cansino intentar defender una y otra vez cuál de los dos Jóckers cinematográficos puede ser considerado como más acertado. Si nos atenemos a los cómics tal vez el asunto no quede claro, pero para Nolan la fidelidad al cómic importa poco mientras los personajes reflejen los conflictos que verdaderamente le importan. El Jócker de Nolan no es ni mejor ni peor, es llanamente coherente con la propia filosofía interna orquestada por él mismo. Aquí los héroes y los villanos giran en torno de la pátina realista con que envuelve a la historia, aunque a veces idealizada, buscando claramente confrontar el cinismo asesino del Jócker con las esperanzadoras posibilidades del ser humano al ser tentado, como sucede en el episodio donde los pasajeros de dos ferrys se ven obligados a tomar una desastrosa decisión para salvar la vida, y con un desenlace tal vez en exceso optimista, pero cuyo mensaje deja en evidencia al Jócker. El realizador de Memento, supo distinguir desde el principio cuáles eran los verdaderos males que afectaban al universo de Batman, separando muy acertadamente a los villanos disposicionales, las llamadas manzanas podridas, como el Jócker, de los villanos situacionales, influídos externamente y que se hallan dentro del barril corrupto, y de los villanos sistémicos, cuya influencia, legal, política, económica, dan origen a los barriles corruptos. Rachel se lo dejó claro a Bruce en la primera entrega de la serie, y éste aprendió a separar a unos y otros, combatiendo preferentemente a tipejos como Falcone, y policías y jueces corruptos, en detrimento de otros asesinos que, como Joe Chill, campan a sus anchas por la ciudad gótica, arrepentidos, tal vez, por los crímenes cometidos. Porque en el Batman de Nolan, el verdadero enemigo habita potencialmente en cada uno de los personajes, que hacen de su comportamiento algo bueno o cruel, compasivo o indiferente, creativo o destructivo, y que los eleva a la categoría de villanos o de héroes.

El caballero oscuro, o el efecto Lucifer - 1ª parte


El efecto Lucifer que potencialmente hay dentro de cada uno de nosotros es la celebración de la infinita capacidad mental para hacer de nuestro comportamiento algo bueno o cruel, compasivo o indiferente, creativo o destructivo, y hacernos villanos, o héroes. Así define el psicólogo social Philip Cimbrado al “efecto” que a través de siete procesos sociales que engrasan la resbaladiza pendiente del mal nos aparta del bien.
La última película de Christopher Nolan nos habla, sobre todo, del mal que acecha dentro del corazón humano, pero también nos habla de los “héroes”, no sólo el héroe, Batman, dedicado a pescar criminales, y a saltar de tejado en tejado esgrimiendo portentosos gadgets, haciendo alarde de una nada despreciable resistencia física ante los innumerables golpes, y que el héroe soporta con estoicidad envidiable, no, también nos habla de los héroes que como Harvey Dent son capaces de en situaciones extremas mantener la dignidad, el gusto por la verdad, los valores tradicionales, y resistir con firmeza la ignominiosa maldad que salpica a la ciudad de Gotham.
La película se aparta de cualquiera de las demás propuestas cinematográficas sobre superhéroes, y apuesta por el héroe de carne y hueso, aprovechando las limitadas capacidades de Bruce Wayne, el alter ego de Batman, que carece de superpoderes, y más que nunca, se eleva como héroe por encima de la media, por su inquebrantable resistencia al mal en todas sus formas, y por su denostado empeño en no abandonar nunca la autocrítica, característica esta que convierte a Batman en un héroe siempre en conflicto consigo mismo, debatiéndose entre las decisiones viscerales y las cerebrales, tan determinantes dada su posición de poder sobre los demás. Batman encarna al héroe bueno por encima de todo, pues el mal se define como el ejercicio del poder, y Batman lo tiene, para intencionalmente hacer daño (psicológicamente), herir (físicamente), y/o destruir (mortalmente), o cometer crímenes contra la humanidad en el peor de los casos. El Jócker, archienemigo de Batman, en cambio, encarna todo lo contrario de éste. El Jócker comparte muchas de las características del hombre cínico de hoy día, que se ríe de todo y de todos cuando quiere hacer daño psicológicamente, y va más allá cuando riendo, hiere físicamente a los demás, o destruye matando sin remordimiento alguno, el Jócker, peor aún, es un genocida indiferente.
Christopher y Jonathan Nolan estructuran una historia de acción en la que las frases con mensaje, y las citas del I-ching, acaban conformando el juego de moralejas a que los hechos de unos y otros derivan. Concluyendo la historia con un magnífico epitafio, cuando el héroe enmascarado elige, en detrimento propio, la condena, porque el pueblo merece al héroe, que es capaz de batirse contra el mal, y necesita al tiempo creer en alguien capaz de mantenerse íntegro, alguien capaz de evitar caer por la resbaladiza pendiente del mal. El silencio resignado de Batman, y su determinación en proseguir con su particular cruzada contra el mal, lo colocan en una posición idealizada, la de alguien dispuesto a ser un héroe en la oscuridad, porque nadie alabará su esfuerzo y su lucha, y peor aún, será tratado como criminal, y perseguido por la ley. Eso, en los tiempos que corren, donde las etiquetas y las medallas lo son todo, y donde el contenedor casi siempre prima más que el propio contenido,
es decir mucho.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Madagascar 2


Por mucha gente que pueda pensar lo contrario, hablar del cine de animación como género no tiene ningún sentido. Es absurdo intentar comparar Madagascar 2 con Wall•E y ya no digamos con el Beowulf de Zemeckis, por poner algunos ejemplos recientes. Todas ellas están rodadas en animación 3D, sí, pero no por ello pertenecen al mismo género ni deben compararse. Aún así, todavía habrá gente que verá el cartel de esta película, y directamente la desechará simplemente por ser una “película de dibujos”. Madagascar 2 es, por encima de todo, una comedia. Una muy buena comedia para todos los públicos que hará reír, y mucho, a gente de todas las edades. Como buen producto comercial que es, su pretensión es la de captar al mayor número de público posible, y para ello recurre a un argumento sencillo y típico de las películas infantiles, protagonizado por animalitos simpáticos para atraer a la chiquillada, y luego lo salpica con gags y situaciones totalmente hilarantes que harán disfrutar al sector más crecido. De auténtica antología es sin ninguna duda una de las primeras secuencias en la que nuestro extraño grupo protagonista intente abandonar Madagascar a bordo de un supuesto avión. Desde que se inicia esta secuencia, y hasta que se acaba de forma desastrosa, uno puede estar riéndose sin parar durante varios minutos, tal es la cantidad de detalles y situaciones absurdas. A partir de este disparo de salida no dejan de sucederse situaciones igual de cómicas a lo largo de toda la cinta, muchas de ellas con elevadas dosis de crítica y humor negro que nada tienen de infantil. Los morideros de las jirafas, el atropello con ensañamiento o las apariciones de Moto Moto son sólo unos pocos ejemplos de ello.

Para hacernos una idea del tipo de humor que debemos esperar de la película, basta decir que uno de los guionistas de la cinta (un Etan Cohen que no es Ethan Coen) es autor del guión de la estupenda Tropic Thunder, capítulos de Padre Made in USA y Beavis and Butthead, y de un corto titulado Mi mujer es retrasada. Ahí es nada. Para dar rienda suelta a este humor gamberro, el guionista tira principalmente de la divertidísima cuadrilla de pingüinos, acompañados brillantemente por los monos. Pero a diferencia de lo que puede pasar en otras películas del estilo (como en Ice Age, que sin la presencia de la ardilla Scrat perdería muchos enteros), Madagascar 2 no necesita sólo a los pingüinos para hacer reír, ya que también está plagada de situaciones divertidas protagonizadas por el grupo principal y otros animales secundarios. Siendo una película que apuesta tan descaradamente por este humor grueso, la pega que se le puede poner es el intentar colar la típica historia Disney de fondo para atraer también a los niños. Así, la historia central sobre la que gira el argumento de la película no llama en absoluto la atención por ser algo ya visto en multitud de películas infantiles anteriores. Cada vez que salimos de un gag y volvemos a esta historia principal se deja notar en demasía una bajada de ritmo e interés que acaba perjudicando a la película en su conjunto, convirtiéndose en una especie de montaña rusa llena de altibajos. Por fortuna las secuencias cómicas están lo suficientemente inspiradas como para volvernos a meter de lleno en la cinta en cuanto aparecen, y la sonrisa que nos generan no ha acabado de desaparecer cuando ya la volvemos a esbozar. En definitiva, Madagascar 2 es una comedia muy divertida que no se debería dejar pasar por alto por el mero hecho de ser una película de animación, ya que sin ninguna duda ha sido una de las mejores comedias de este ya casi agotado 2008.

Ficha IMDB

domingo, 7 de diciembre de 2008

Mongol


Ya desde el inicio, cuando en pantalla leemos “1192, Año de la Rata negra”, intuimos con qué clase de historia vamos a lidiar durante las dos siguientes horas. El director ruso Sergei Bodrov nos ofrece una sorprendente y cautivadora historia, en la cual se entremezclan el gran espectáculo y el más intimista de los dramas, alejándose del vertiginoso narrar fílmico que caracteriza normalmente a las producciones del estilo. Al parecer la película pretende ser la primera de tres películas que cuenten la vida del temible Genghis Khan, de manera que con ésta el director se pueda sumerjir de lleno en los trágicos acontecimientos de los primeros años del gobernante Temujin, sin necesidad de insertar atropellados planos que nos lleven de un año a otro y poder así abarcar la historia en su totalidad. Cada vez más siento que las historias que realmente valen la pena ser contadas merecen el beneficio de un metraje generoso, templado, evitando la excesiva síntesis a veces insustancial, sobre todo en las grandes adaptaciones de novelas de considerable extensión, y muy propio de los biopics que quieren abrazar más de lo que pueden en un tiempo y en un formato que de por sí impiden la detención necesaria, reduciendo a los acontecimientos y a los personajes a unas simplonas pinceladas inmerecidas. Es desde luego más afortunada la decisión de querer abarcar en una película sólo unos cuantos de los muchos acontecimientos que conforman una más vasta historia. Se diría que a las series televisivas el propio formato las beneficia en este sentido, permitiéndose el lujo de matizar mucho más a los personajes, las motivaciones que los mueven, y sus preocupaciones, consiguiendo llevarnos de la mano a través de unos acontecimientos siempre supeditados a los protagonistas, y no a la inversa, esto es, primando la acción sobre todas las cosas. Es difícil en cine, encontrar el equilibrio, en el caso de Mongol, se logra aunar acción con una suficiente caracterización. Las batallas son tremendas, muy bien realizadas, violentas, pero la sangre nunca llega a opacar la historia de amor de Temujin, encarnado por un magnífico Tadanobu Asano, con su leal esposa Borte, interpretada por la también espléndida Khulan Chuluun, y el crudo relato de la esclavitud a la que es sometido en sus primeros años, antes de la batalla definitiva, y que le llevará a convertirse en el Khan de todos los mongoles.
Mongol es una superproducción épica que fue seleccionada el año pasado por Kazajstán como candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. La película lo merece. Visualmente es impactante, rodada en las tierras originarias del Gran Khan, nos paseamos por las extensas estepas mongolas, plagadas de peligro, y donde el frío y el calor acechan para poder acabar con los habitantes nómadas. El realizador ruso y el co-escritor Sergei Bodrov prescinden del CGI a la hora de narrar las batallas, lo cual es de agradecer en esta ocasión, porque no siempre éste beneficia a la historia, más bien lo contrario, cuando se hace uso y abuso del mismo.
Tal vez la película no ofrezca lo que algunos esperan, o les parezca en exceso pausada en ocasiones, pero no defraudará a quienes realmente sepan apreciar la Historia, y una visión nostálgica de la infancia que tuvo que superar/padecer el terrible conquistador, no tan terrible en aquel entonces. Una infancia en el caso de Temujin que preludia al personaje histórico en que se convertirá, una infancia y juventud donde la tenacidad y el valor juegan un papel preponderante en medio de una sucia y dura realidad. Mongol es una arriesagada película cuyos méritos no son pocos, y cuyo visionado hace que espere con ansias la segunda entrega de la saga.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Outlander


De auténtica sorpresa se puede calificar a esta película que sin ninguna promoción ha llegado a nuestras pantallas para hacer las delicias de los seguidores de la Espada y Brujería, demasiado a menudo huérfanos de interesantes propuestas. Lo poco que se sabía de esta producción no auguraba nada halagüeño: argumento manido e incluso rayano en lo ridículo, aspecto de serie B, director completamente desconocido, etc. Nada más lejos de la realidad. Outlander llega para romper con la racha de fantasía de estos últimos años que nos ofrecía productos destinados mayoritariamente al público infantil, entre crónicas de Narnia y de Spiderwick, brújulas doradas y signos de la luz. El veterano aficionado al género se sentirá enormemente reconfortado desde los inicios del metraje y hasta el final, pues se encontrará con un producto que recoge lo mejor de la muy variada fantasía de la década de los ’80, y lo mezcla todo para formar un producto que, a pesar de no dejar de ser un pastiche de ideas ya vistas, resulta enormemente entretenido. El argumento central del film no deja de ser una revisión del legendario poema Beowulf (adaptado ya en tres ocasiones a la pantalla grande), con la salvedad de que en este caso es el mismo héroe quien trae consigo a la bestia, y a la que se le añade un tratamiento de la criatura que no puede dejar de recordarnos a las ya míticas Alien y Depredador. Siendo el elemento sobre el que gira la película, la bestia debía de ser tratada con esmero, y así ha sido. Los héroes se enfrentan a una criatura básica pero inteligente, con un evolucionado e infalible sistema de caza, y que además presenta un tamaño y un aspecto absolutamente terroríficos. Sus apariciones, que suponen los momentos álgidos de la película, están enfocadas de forma muy diferente a lo largo del metraje. Así, durante las primeras incursiones, y siguiendo la estela del cine clásico de monstruos, apenas se ve a la bestia y la cinta apuesta por el terror más que por la acción. A partir de la mitad de película, ésta se decanta ya de forma definitiva por el género de la acción y nos ofrece espectaculares combates entre el hombre y la bestia. Y si la historia es poco original, sus personajes lo son menos aún: él es Beowulf, el típico extranjero que llega para convertirse en héroe y salvador (aunque al menos los guionistas se molestaron en crearle una trágica historia de fondo), y ella es, descaradamente, la Eowyn de El Señor de los Anillos, la hija guerrera del rey que a pesar de sus aptitudes no puede reinar por ser mujer (y el homenaje se extiende hasta el extremo de calcar cierta escena hacia el final de la película).

Pero a pesar de esto, lo que más llama la atención, y más en estos tiempos que corren, es el respeto, la seriedad y las ganas con las que los responsables de la película la han tratado. Se deja notar en todo momento el estupendo trabajo de preproducción que se llevó a cabo a la hora de diseñar decorados, vestuario y, por supuesto, criatura. En pantalla este trabajo previo se traduce en una ambientación perfecta en todo momento, desde el poblado vikingo perfectamente recreado hasta la aterradora guarida de la bestia, que permite que el espectador se crea lo que está viendo y se sienta inmerso en la historia. Nos encontramos pues ante una película cuya mayor virtud es su sinceridad, una película que asume desde su partida sus carencias de originalidad y las suple con creces con una generosa dosis de buen hacer, lo que hace del producto final una película de fantasía y terror tremendamente entretenida.

Ficha IMDB

martes, 2 de diciembre de 2008

El Greco


El Greco es una de estas películas que le hacen pensar a uno qué hubiera sido de ella si la misma se hubiera beneficiado con algo más de presupuesto. Algo me hace pensar, sin embargo, que no habría sido demasiada la diferencia. Una narración fallida puede condenar al olvido a una buena historia, y a la inversa, una buena narración puede dotar de interés a una historia que en principio resulta poco atractiva. El Greco está a medio camino entre esas dos opciones, la historia es buena, muy interesante a mi parecer, y la narración en cambio en ocasiones encarece de interés al asunto, y en otras consigue matizar la historia con signos visuales que por sí solos hacen que valga la pena aproximarse a la historia propiamente dicha. El momento en el cual el compañero protector de Domenikos Theotokopoulos, el “Greco”, vacía el contenido de su pequeña bolsa, cargada con monedas, sobre el suelo, para poder llenarla con un puñado de tierra, justo antes de abandonar el hogar, la isla de Creta, y dirigirse a Venecia, deja patente con un simple retazo visual, la peculiar añoranza que padecen los isleños que se ven avocados a abandonar el hogar, y para quienes el recuerdo manifiesto de la isla puede resultar más importante incluso que el cargar con un puñado de monedas, de las que prescinden alegremente si deben elegir.
La película de Iannis Smaragdis, compatriota de Domenikos, lleva a las pantallas la novela El pintor de Dios, obra del también griego Dimitris Siatopoulos, y narra en pocos retazos la vida del genial pintor cretense, el “Greco”, centrándose sobre todo en su relación con el inquisidor general Niño de Guevara. La película es una coproducción greco-española, rodada en inglés, griego y castellano, y fue todo un éxito comercial en el país griego. Destaca la labor de Juan Diego Boto en su papel de gran Inquisidor; el actor británico que encarna al Greco, Nick Ashdon, padece de las deficiencias de una dirección más bien floja, quedándose en una correcta interpretación, a veces poco convincente. En general todos los actores se resienten por una narrativa lenta, con pretensiones, y que no llega a expresar plenamente lo que la historia parece querernos contar. El doblaje perpetrado en castellano, cabría decir, le hace un flaco favor a la película.
Es algo muy característico, ya nos van acostumbrando a ello, el que se nos intente colar como superproducción de corte histórica algo que en realidad acaba convirtiéndose en un escasamente riguroso estudio histórico del personaje en cuestión, y con visos panfletarios, en un sintético mostrarnos y no mostrarnos casi caricaturesco, del que sólo nos queda una tópica pincelada de lo que realmente fue la España del Siglo de Oro. Con todo, confieso que la idea parece tener más de lo que pueda desprenderse al visionar la película. Porque cuando Iannis Smaragdis se dedica a narrar lo que Domenikos ve en los rostros de quienes posan para sus lienzos, es cuando uno se da cuenta de que aquello que parece ser el verdadero elemento unificador, el elemento en torno al cual se construye la idea, prometía mucho más, regalándonos a pesar de ello momentos verdaderamente interesantes, como cuando Tiziano aconseja al discípulo no mostrarles toda la verdad a quienes digan querer conocerla a través de los retratos que éste hiciere de sus almas, porque eso es algo que nunca podrán perdonar. Al final, el antagonismo con el antes amigo Niño de Guevara, ahora gran Inquisidor, nos sabe a poco.
Una historia, una idea, un antagonista, que realmente podían dar más de sí, y que se quedan a medio camino. Es sin embargo una película recomendable para quienes estén algo interesados en la vida del pintor griego, pero tampoco esperaría demasiado.