domingo, 7 de diciembre de 2008

Mongol


Ya desde el inicio, cuando en pantalla leemos “1192, Año de la Rata negra”, intuimos con qué clase de historia vamos a lidiar durante las dos siguientes horas. El director ruso Sergei Bodrov nos ofrece una sorprendente y cautivadora historia, en la cual se entremezclan el gran espectáculo y el más intimista de los dramas, alejándose del vertiginoso narrar fílmico que caracteriza normalmente a las producciones del estilo. Al parecer la película pretende ser la primera de tres películas que cuenten la vida del temible Genghis Khan, de manera que con ésta el director se pueda sumerjir de lleno en los trágicos acontecimientos de los primeros años del gobernante Temujin, sin necesidad de insertar atropellados planos que nos lleven de un año a otro y poder así abarcar la historia en su totalidad. Cada vez más siento que las historias que realmente valen la pena ser contadas merecen el beneficio de un metraje generoso, templado, evitando la excesiva síntesis a veces insustancial, sobre todo en las grandes adaptaciones de novelas de considerable extensión, y muy propio de los biopics que quieren abrazar más de lo que pueden en un tiempo y en un formato que de por sí impiden la detención necesaria, reduciendo a los acontecimientos y a los personajes a unas simplonas pinceladas inmerecidas. Es desde luego más afortunada la decisión de querer abarcar en una película sólo unos cuantos de los muchos acontecimientos que conforman una más vasta historia. Se diría que a las series televisivas el propio formato las beneficia en este sentido, permitiéndose el lujo de matizar mucho más a los personajes, las motivaciones que los mueven, y sus preocupaciones, consiguiendo llevarnos de la mano a través de unos acontecimientos siempre supeditados a los protagonistas, y no a la inversa, esto es, primando la acción sobre todas las cosas. Es difícil en cine, encontrar el equilibrio, en el caso de Mongol, se logra aunar acción con una suficiente caracterización. Las batallas son tremendas, muy bien realizadas, violentas, pero la sangre nunca llega a opacar la historia de amor de Temujin, encarnado por un magnífico Tadanobu Asano, con su leal esposa Borte, interpretada por la también espléndida Khulan Chuluun, y el crudo relato de la esclavitud a la que es sometido en sus primeros años, antes de la batalla definitiva, y que le llevará a convertirse en el Khan de todos los mongoles.
Mongol es una superproducción épica que fue seleccionada el año pasado por Kazajstán como candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. La película lo merece. Visualmente es impactante, rodada en las tierras originarias del Gran Khan, nos paseamos por las extensas estepas mongolas, plagadas de peligro, y donde el frío y el calor acechan para poder acabar con los habitantes nómadas. El realizador ruso y el co-escritor Sergei Bodrov prescinden del CGI a la hora de narrar las batallas, lo cual es de agradecer en esta ocasión, porque no siempre éste beneficia a la historia, más bien lo contrario, cuando se hace uso y abuso del mismo.
Tal vez la película no ofrezca lo que algunos esperan, o les parezca en exceso pausada en ocasiones, pero no defraudará a quienes realmente sepan apreciar la Historia, y una visión nostálgica de la infancia que tuvo que superar/padecer el terrible conquistador, no tan terrible en aquel entonces. Una infancia en el caso de Temujin que preludia al personaje histórico en que se convertirá, una infancia y juventud donde la tenacidad y el valor juegan un papel preponderante en medio de una sucia y dura realidad. Mongol es una arriesagada película cuyos méritos no son pocos, y cuyo visionado hace que espere con ansias la segunda entrega de la saga.

No hay comentarios: