domingo, 14 de diciembre de 2008

El caballero oscuro, o el efecto Lucifer - 1ª parte


El efecto Lucifer que potencialmente hay dentro de cada uno de nosotros es la celebración de la infinita capacidad mental para hacer de nuestro comportamiento algo bueno o cruel, compasivo o indiferente, creativo o destructivo, y hacernos villanos, o héroes. Así define el psicólogo social Philip Cimbrado al “efecto” que a través de siete procesos sociales que engrasan la resbaladiza pendiente del mal nos aparta del bien.
La última película de Christopher Nolan nos habla, sobre todo, del mal que acecha dentro del corazón humano, pero también nos habla de los “héroes”, no sólo el héroe, Batman, dedicado a pescar criminales, y a saltar de tejado en tejado esgrimiendo portentosos gadgets, haciendo alarde de una nada despreciable resistencia física ante los innumerables golpes, y que el héroe soporta con estoicidad envidiable, no, también nos habla de los héroes que como Harvey Dent son capaces de en situaciones extremas mantener la dignidad, el gusto por la verdad, los valores tradicionales, y resistir con firmeza la ignominiosa maldad que salpica a la ciudad de Gotham.
La película se aparta de cualquiera de las demás propuestas cinematográficas sobre superhéroes, y apuesta por el héroe de carne y hueso, aprovechando las limitadas capacidades de Bruce Wayne, el alter ego de Batman, que carece de superpoderes, y más que nunca, se eleva como héroe por encima de la media, por su inquebrantable resistencia al mal en todas sus formas, y por su denostado empeño en no abandonar nunca la autocrítica, característica esta que convierte a Batman en un héroe siempre en conflicto consigo mismo, debatiéndose entre las decisiones viscerales y las cerebrales, tan determinantes dada su posición de poder sobre los demás. Batman encarna al héroe bueno por encima de todo, pues el mal se define como el ejercicio del poder, y Batman lo tiene, para intencionalmente hacer daño (psicológicamente), herir (físicamente), y/o destruir (mortalmente), o cometer crímenes contra la humanidad en el peor de los casos. El Jócker, archienemigo de Batman, en cambio, encarna todo lo contrario de éste. El Jócker comparte muchas de las características del hombre cínico de hoy día, que se ríe de todo y de todos cuando quiere hacer daño psicológicamente, y va más allá cuando riendo, hiere físicamente a los demás, o destruye matando sin remordimiento alguno, el Jócker, peor aún, es un genocida indiferente.
Christopher y Jonathan Nolan estructuran una historia de acción en la que las frases con mensaje, y las citas del I-ching, acaban conformando el juego de moralejas a que los hechos de unos y otros derivan. Concluyendo la historia con un magnífico epitafio, cuando el héroe enmascarado elige, en detrimento propio, la condena, porque el pueblo merece al héroe, que es capaz de batirse contra el mal, y necesita al tiempo creer en alguien capaz de mantenerse íntegro, alguien capaz de evitar caer por la resbaladiza pendiente del mal. El silencio resignado de Batman, y su determinación en proseguir con su particular cruzada contra el mal, lo colocan en una posición idealizada, la de alguien dispuesto a ser un héroe en la oscuridad, porque nadie alabará su esfuerzo y su lucha, y peor aún, será tratado como criminal, y perseguido por la ley. Eso, en los tiempos que corren, donde las etiquetas y las medallas lo son todo, y donde el contenedor casi siempre prima más que el propio contenido,
es decir mucho.

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