viernes, 26 de diciembre de 2008

Las tinieblas de Coppola - 3ª parte


En la novela de Conrad, al menos para quien escribe esto, el horror perpetrado por la Compañía belga, se me antoja incluso más horrible aún que la barbarie de Vietnam, e incomprensible. Una hipócrita actitud colonialista que vistió de progreso y de cruzada moral a las más espantosas vesanias cometidas por alguien tan injustamente olvidado, y que cuenta con inmerecidas estatuas en su país, que lo recuerdan, no como lo que fue, un sanguinario alter ego de cualquiera de los otros genocidas que han infestado a la Humanidad, sino como un monarca de poca monta que figura en los libros de historia, y poco más. Hipócrita resultó también el apoyo norteamericano, vestido de cruzada moral, al dictador Ngô Dinh Diem, protegido de Washington, con ayuda militar, y contra las fuerzas comunistas de Vietnam del Norte que apoyaron la FNL (Fuerzas Armadas de Liberación Popular), organización rebelde que luchó primero contra el colonialismo francés, y luego contra la República de Vietnam del Sur, y al Viet Cong. Éstos controlaban gran parte de las poblaciones rurales del sur y por eso Estados Unidos intervino aún a pesar de que no fueran una amenaza a la dictadura de Ngô Dinh Diem. El Viet Cong y las Fuerzas Armadas de Liberación Popular, comenzaron entonces la guerra de guerrillas abastecidos a través de la ruta Ho Chi Minh por el ejército norvietnamita, y que habría de durar más de diez años. Ambas realidades, la del genocida rey Leopoldo II, y la de la imposible guerra contra los comunistas de Vietnam del Norte, son igualmente “sucias” y terribles. Leopoldo II acabó al menos con la mitad de la población congolesa en veintiún años como quien dice, y consiguió destruir las instituciones, tradiciones, y dignidad de los nativos. La guerra del Viet Cong y el ejército norvietnamita contra los norteamericanos fue el fruto de las continuas hostilidades ya existentes en aquel entonces. Ho Chi Minh, en Vietnam del Norte, había comenzado ya una profunda reforma agraria a través del terror, donde miles de personas fueron ejecutadas, torturadas y encarceladas, acusadas de ser terratenientes, por lo que muchos huyeron a Vietnam del Sur, donde gobernaba el nepotista dictador Ngo Dinh Diem, admirador de Adolf Hitler y adicto al opio, y que hizo encarcelar en campos de concentración y ejecutar a cientos de personas que amenazaban su dictadura.
Francis Ford Coppola desterró los elementos ficticios con que se había maquillado la guerra de Vietnam a lo largo de los años, y ya desde el año 1955 con Jump into Hell, durante la colonización francesa en Vietnam y su lucha contra la guerrilla de Ho Chi Minh, hasta la panfletaria Boinas verdes con John Wayne a la cabeza del reparto, o películas con tintes de comedia como MASH o Los chicos de la compañía C. La huella del conflicto no se ha dejado de sentir, aunque sea veladamente, en muchas películas que no son tan siquiera bélicas. Pero ninguna como la de Coppola ha sido capaz de mostrar la locura incoherente de una guerra tan oscura como fue la de Vietnam. “La Guerra de Vietnam no fue una guerra como las demás, y por ello mientras la hacía, no quería que esta película fuera una película de guerra como las demás”, decía Coppola. Y por ello el realizador norteamericano encontró en la obra de Conrad el sustrato narrativo necesario con el que poder desarrollar una historia mural que desembocara en el torbellino alucinatorio que sufre quien se adentra en el corazón de las tinieblas, y que cubrieron la horrenda guerra contra los norvietnamitas, y el Viet Cong del sur de Vietnam, como denominaban los vietnamitas del Sur, el “Víctor Charlie” de los norteamericanos.
La pesadilla de Coppola nos recuerda, en palabras de Joseph Conrad, que “vivimos como soñamos, solos”

4 comentarios:

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