viernes, 26 de diciembre de 2008

Las tinieblas de Coppola - 1ª parte


“Yo estaba allí, en medio de la selva, y todo el mundo me miraba. Teníamos problemas, no sólo a causa de las terribles tormentas y las tensiones en el trabajo, sino porque habíamos llegado a un punto en el que no podíamos continuar con la película […] Tenía dificultades y a nadie a quien pedir ayuda […] Al final llegué a un punto en el que dejé de luchar y me iba a la cama pensando: “Se acabó; no puedo, no puedo hacerlo”. Una vez desperté y me di cuenta de que daba igual. Al igual que el tipo que dice: no necesito el trabajo, no necesito un coche nuevo, no necesito triunfar en mi carrera; en la vida hay cosas más bellas e importantes que eso. Así que empecé a pensar que podía convertir la película en algo personal, que podría seguir mis instintos sin preocuparme de nada más. Aunque fracasara, al menos habría rodado la película que quería.”
Con estas palabras definía Francis Ford Coppola su personal experiencia a lo largo de los 238 días del rodaje en Filipinas de la que es ya su obra magna, la mítica Apocalypse Now; y al igual que el capitán Willard, el personaje de ficción que remonta el río en pos del coronel Kurtz, Coppola tuvo que remontar su propia senda de las pesadillas para poder finalmente concluir la filmación de la misma, en un insensato empeño por hallar respuestas a modo de catarsis, y a través del viaje, en este caso por entre las entrañas de Vietnam, al horror de la guerra, una guerra sucia y extraña, extraña como la película.
“El film trata en un principio de situar al espectador en un lugar agradable y luego le hace remontar el curso del río. Y realmente remontas el río, y al final te das cuenta de que te has vuelto loco y que no sabes cómo has podido llegar hasta aquí. Y Vietnam era un poco eso” Coppola quiso con esta película plantear las grandes preguntas que la guerra de Vietnam suscitó en los americanos, y poder tratar de la noción del bien y el mal, “algo con lo que uno siempre se encuentra al tratar un tema en que hay personas que creen ser muy buenas, muy morales y que hacen cosas que parecen terribles”. Recuerdo que la primera vez que vi la película pensé en lo extraño que resultaba el hecho de comenzar a ver una película bélica al uso, y acabar viendo una inclasificable sucesión de secuencias en las que ya se había operado el cambio, a lo largo del río, y que derivaba en la locura de llegar a no cuestionarse a Kurtz y sus actos de terror. Un personaje mítico que ha sabido adaptarse a la violencia del entorno en su pequeño reino construido en lo más recóndito de la selva. La mesiánica presencia del coronel también llega a subyugar al transformado Willard, que duda de la misión que le han encomendado, la de acabar con un enloquecido coronel Kurtz, carente de método alguno, como le apunta el capitán Willard a éste. Al respecto Willard dirá: “En el río pensé que en el momento que le viera sabría que hacer, pero no fue así. Estuve allí con él durante días, sin vigilancia, me tenía libre. Sabía que no me iría a ningún lado” Willard es sin embargo para Kurtz, “el chico obediente que mandan los tenderos a cobrar la factura. “
Coppola de hecho pensó en concluir su Fitzcarraldo personal con el pesimista devenir a que la nefasta rueda de la vida conlleva, un infinito círculo sin principio ni fin, y que en el caso de Willard le llevaba a ocupar en realidad el puesto de líder de los soldados “montagnard”, que custodiaban al loco de Kurtz antes de su asesinato, en el pequeño reino selvático. Aún así, el final alternativo adoptado por la Distribuidora United Artists, el que todos conocemos, parece de igual modo arrastrar a Willard al principio de la historia, cuando desmoralizado espera una misión que lo arranque de su soledad en Saigón: “Mierda, aún sigo solo en Saigón. A todas horas creo que me voy a despertar de nuevo en la jungla. Cuando estuve en casa durante mi primer permiso era peor. Me despertaba y no había nada […] Cuando estaba aquí quería estar allí; cuando estaba allí, no pensaba más que en volver a la jungla.” Irónicamente, los créditos iniciales arrancan al son de la canción de Jim Morrison que nos advierte ya de que lo que estamos viendo es el fin.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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