sábado, 15 de noviembre de 2008

300


Frank Miller es un autor afortunado. No sería descabellado afirmar que, hasta el momento, es el autor de cómic mejor adaptado a la pantalla grande. El mérito de semejante hazaña radica tanto en la naturaleza puramente cinematográfica de su propio trabajo original, como en el mimo con el que los directores y guionistas responsables de la adaptación acogen su obra. Si en 2005 llegaban a nuestras pantallas las muy destacables Sin City y Batman Begins (que a pesar de no ser una adaptación directa, su historia bebe mucho del Batman: Año Uno de Miller), en 2007 nos llegaría la adaptación de la que es considerada como una de sus mayores obras. 300, un título tan sencillo y directo como la propia historia a la que hace referencia. Muchas veces hemos oído comentar que una obra es inabarcable a nivel cinematográfico por la complejidad de su trama o por la cantidad de personajes implicados en la historia. En el caso de 300, su adaptación se presumía también inabarcable, pero por todo lo contrario: su historia no daba para hacer una película ni siquiera de 90 minutos. En contra de lo que se podría esperar, el resultado final es una soberbia adaptación del trabajo original de Miller que en la pantalla adquiere su propia personalidad e identidad hasta alzar la película a lo más alto de los géneros épico y fantástico cinematográficos. Gran parte del mérito debe recaer sobre el máximo responsable de la película, un casi debutante Zack Snyder, quien se encargó primero de redactar el guión y finalmente dirigir la cinta. Manteniéndose fiel a la obra original, Snyder aprovecha prácticamente todas las escenas presentes en el cómic para apurar al máximo la historia disponible de partida, y apenas le añade por cuenta propia un poco de historia paralela que a la postre servirá para marcar las pausas entre batalla y batalla, dejándonos así respirar por momentos.

Entonces, si la historia y el guión son tan sencillos, ¿cómo consigue la película mantenerse a flote? La respuesta es una soberbia puesta en escena que, como en el caso del guión, se basa en todo momento en la imaginería de la obra de Miller. De esta forma 300, la película, corre ante nuestros maravillados ojos casi como una sucesión de pinturas griegas, desde el mismísimo fondo de la acción con ese tono marrón propio de la cerámica sobre la que se pintaba, hasta la propia representación de la acción, que alcanza su mayor esplendor visual en las escenas en que la profundidad de la tercera dimensión desaparece por completo. Contrastando con la presencia de estas escenas, nos encontramos con un montaje innovador que abusa deliberadamente como ninguna otra película de la cámara lenta, y especialmente de los cambios de velocidad, durante largos planos secuencia que nada tienen que ver con la incomprensible tendencia actual de rodar secuencias de acción con el mayor número posible de planos por segundo. De esta forma, estilizadas coreografías marciales fluyen de una forma natural como pocas veces se ha visto al ritmo de una banda sonora que acompaña perfectamente a la acción en todo momento.

Junto con la puesta en escena, el otro gran cimiento sobre el que se sostiene la película es el carisma de su único protagonista. Ciñéndose toda la historia sobre un único personaje, Leónidas, era vital la interpretación de éste. El elegido para llevar semejante carga fue un poco conocido Gerald Butler, cuyos méritos más destacables hasta el momento fueron hacer de Drácula en Drácula 2000 y de El Fantasma de la Ópera en la adaptación de Joel Schumacher. Fue sin duda una decisión arriesgada, pero ya a partir de su primera aparición en pantalla todas las dudas desaparecen: Butler no interpreta en ningún momento a Leónidas, Butler es Leónidas. El mero hecho de pensar que cualquier otro actor podría haber interpretado al personaje es ya de por sí un sacrilegio. Desde la impecable caracterización del personaje hasta su aplastante interpretación, Butler nos somete a su voluntad. Nos pide que marchemos por Esparta, y marchamos. Nos pide que luchemos por Esparta, y luchamos. Nos pide que muramos por Esparta, y morimos. Sin dudarlo ni por un momento, tal es su fuerza. 300 no nos cuenta la historia más original ni más compleja, no nos plantea dilemas morales ni nos hace pensar, no nos presenta personajes profundos que evolucionan, pero tampoco fue nunca ésa su intención. 300 nos cuenta una historia sencilla, pero nos la cuenta de forma impecable. Como el propio Leónidas y sus espartanos, Snyder y su equipo reunieron valor y emprendieron una batalla perdida desde el principio, alcanzando la gloria con su gesta.

Ficha IMDB

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