jueves, 20 de noviembre de 2008

Camino


En una pequeña salita austeramente decorada un hombre de unos cuarenta años de edad habla con un joven de dieciocho años, le hace preguntas para de este modo saber si será o no admitido en el Colegio Mayor Universitario ese año. Las plazas son limitadas y poco a poco se van agotando aquí y allá. En un momento dado el hombre mayor le asegura que no es obligatorio rezar el rosario si no lo desea, pero todos lo señalarán con el dedo. Es un Colegio Mayor del Opus Dei, y la escena podría tranquilamente formar parte de la ficción crítica que Javier Fesser ha orquestado contra el Opus Dei, cuya ética rigorista decidió desde un inicio suprimir el libre albedrío de quien quiera que se cruzara por su camino. Libre albedrío entre la condenación eterna en las llamas del Infierno, literalmente, o el Paraíso, cual sea, y cuyo argumento más sólido para justificar la no elección de sus dictados y reglamentos, es una innegable falta de carácter, el que ellos sí tienen. Todo un ejercicio de pura demagogia lo del libre albedrío que ellos dicen poseer. Una absurda idea medievalista que aún hoy día profesan muchos acólitos. Libre albedrío supeditado a unos mandatos claramente tipificados en unos textos sagrados que veneran, y que han sido concienzudamente interpretados-distorsionados. Una organización cuyos fieles han decidido auto excluírse de una mayoría ortodoxa, católica, y silenciosa.
La nueva película de Fesser sorprende por lo valiente de la propuesta. El tema tratado no es baladí, y es en realidad mucho más complejo, o más sencillo, al menos en mi caso, de comprender si uno se ha preocupado por conocer cuál es la religión sobre la que se ha construído el mundo occidental actual, uno de los cimientos de nuestra cultura, la profese uno o no. Puede resultar más complejo incluso si uno deliberadamente prefiere enarbolar la bandera de la ignorancia pintada de sabio y comprometido altruísmo, sobre todo pacifismo, machacando impunemente, valga la incoherencia, insultando, y faltando al respeto insistentemente a la religión cristiana, a sus instituciones, y a cualquier cosa que se pinte con colores clericales. Una tacha manifiesta, la de siquiera simpatizar con la religión católica, por la que todos te señalarán con el dedo, como auguraba aquel acólito asentado en uno de los muchos centros del Opus Dei, si decidías negarte a rezar el rosario. Hay en todo esto, por supuesto, falta de honestidad. Ni unos ni otros quieren entender, comprender, o tan siquiera respetar, que es llanamente reconocer que algo o alguien tiene valor. Es cierto, tenemos la libertad de elegir, elegir entre el rechazo y la mirada acusadora de los otros, cuando no el insulto, o la de integrarnos con su clan, para de este modo pasar desapercibidos y poder estar en paz con los demás.
La historia de una niña llamada Camino, que se inspira directamente en Alexia González-Barros, muerta por una grave enfermedad cuando tenía tan solo catorce años, y que lo hizo, dicen, muy cristianamente, es tratada por el director de forma contundente, y en ello Nerea Camacho, la niña protagonista, juega un papel determinante. La joven actriz nos arrastra por su drama agonizante camino de la muerte, es creíble, lo mismo que la asfixiante madre, encarnada por Carmen Elías, o un padre en exceso débil e impotente ante los abusos consensuados de quienes rodean a su mujer e hijas. Fesser radiografía, y no caricaturiza en absoluto, esta organización católica en el entorno austero y sencillo de una familia que se ve obligada a lidiar con la enfermedad mortal de una de las hijas. Lo que para una gran mayoría parecería evidente, no lo es tanto para quienes se ven continuamente sondeados por aquellos que creen velar por la salud espiritual de su congregación. La enfermedad y el sufrimiento son para este grupo religioso un fin en sí mismo, y la santidad que predican se basa exclusivamente en un dolor provocado, como el padecimiento que en su momento eligiera Cristo para la salvífica misión, cuando no fue sinó la lógica consecuencia de un actuar comprometido, al menos en opinión de quien esto suscribe.
Hay que decir, que Fesser ha sabido interpretar a la perfección el impertinente sentimiento de quienes predican la santa coacción, la santa intransigencia, y la santa desvergüenza, contra quienes no acatan su verdad, la que ellos aseguran nos va a salvar del fuego eterno. Algo que ninguno de ellos puede negar, por mucho que hayan lanzado acusaciones malintencionadas contra el director Javier Fesser. La crítica, que casi siempre es muy certera, resulta ambigüa cuando parece cuestionar algo más que la propia organización, llegando a cuestionar si se quiere pensar, la propia existencia de Dios, a través del personaje de Mr. Peebles, aunque no parece quedar claro si acaso esté hablándonos de la propia pérdida de la inocente fantasía de una niña enfrentada a una realidad funesta, y carente de respuestas. La niña Camino se interna por los senderos oníricos de los sueños, propios de una niña de su edad, fantasías que dada su falta de madurez se entremezclan con una contundente y rigorista moral católica, que abusa y hace utilización indebida de los sufrimientos de la familia, desposeída de su natural esencia, humanamente hablando. La cuestión no es si Fesser pretende o no criticar a la religión católica en conjunto, o sólo a la organización protagonista, porque hay que saber que así como hay muchas éticas laicas, las hay también religiosas cristianas, rigoristas y laxistas, y cuyas diferencias son fundamentales, sinó que se cuestiona la obtusa posición de quienes se atreven a señalar con el dedo si no se es partidario de tal o cual pensamiento o creencia. Los jueces-verdugos del Opus Dei pueden juzgarte y condenarte con el dedo acusador porque así lo quiere Dios. El rigorismo en el que se basa el Opus Dei proviene del jansenismo, movimiento religioso de pensamientos cartesianos cuya moral habla de un Dios-legislador, que crea unas leyes exhaustivas, y un Dios-juez, a quien se le debe obediencia ciega. Para estos grupos el hombre está en pecado casi siempre, lo cual no es difícil, dado que casi todo lo es, y si no es por una Gracia o favor proveniente de Dios, éste es incapaz de evitarlo. El mal o el pecado, para quienes siguen los pasos de Josemaría Escrivá de Balaguer, está perfectamente tasado, y ellos, como perfectos intérpretes y salvadores, tienen la obligación de importunar a sus semejantes con un persistente camino de santificación en toda regla. Camino de santificación burdo hacia el cual impelen a una ignorante madre, a un marido incapaz de revelarse, a una hija engañada, y a una inocente niña que muere sin remedio, ante el apacible y conciliador susurro de unos desmedidos hipócritas que se otorgan conocimiento y autoridad suficiente para hurgar en las heridas de la família. En definitiva, una
película que posee la fuerza necesaria para conmover, a mí me conmovió.

2 comentarios:

Voltorine dijo...

Esta peli la queria ir a ver el dia que fui a ver la de "la mierda de los colores" y se lo dige a los otros, vamos a ver esta que me han dicho que es buena, y nada, no me hicieron ni caso y quisieron ir a ver el Truño como un Puño.

Dead Mad Joker dijo...

Desde luego te ha afectado lo de The Fall! xD Vale que no es una gran película, pero tampoco es para tanto!!!! La verdad es que sí que parece interesante la de Camino :P