domingo, 23 de noviembre de 2008

Indy IV, lo que pudo ser y no fue – 2ª parte


No considero que El reino de la calavera de cristal sea necesariamente una mala película, eso dependerá del público al que vaya dirigido, y si cumple o no con una expectativa previamente creada. A mí no me gustó, no cruzaré la línea que me lleve a aseverar que es más de lo mismo, en el buen sentido, yo esperaba una aventura más agresiva, valiente y descarada, y menos de lo que en realidad fue, una aventura apta para toda la familia, cómoda y fácil de colar, de modo que me sentí muy defraudado. Otros muchos no, por lo visto colmó sus expectativas, de lo cual se deriva que ambos públicos difieren en la concepción del héroe. La nueva película de Spielberg ha infantilizado más, si cabe, las aventuras del arqueólogo, que ya desde la tercera entrega, iba adquiriendo tintes en exceso inverosímiles con el tratamiento del Grial en aquella ocasión (a la película le benefició mucho la presencia de Sean Connery, que dotó con un tinte más que interesante a una aventura que comenzaba ya a descafeinarse) La mezcla que del humor se hacía comenzaba ya entonces a parecer inviable por no encajar con el tono del resto, síntoma que empezó a gestarse con la segunda de las aventuras. Cada vez que los personajes se enfrentaban con la muerte, las graciosas ocurrencias introducían un elemento puramente programado, donde nada de lo que ocurría en realidad representaba un peligro verdadero, llevando en contadas ocasiones a la autoparodia. Con esta tercera entrega se introdujo además por vez primera el elemento familiar, y el personaje adquirió un mayor trasfondo psicológico, no pudiendo sin embargo evitar las incoherencias. Uno nunca sabe qué mueve realmente al arqueólogo-aventurero. Como ejemplo sirva el hecho de que en Indiana Jones y el templo maldito parecía buscar sólo la fama y fortuna que las piedras Shankara pudieran aportarle, cinismo que le hacía capaz incluso de intercambiar sin escrúpulo alguno y con un mafioso los antiquísimos restos de un emperador chino, a cambio de un diamante, que supongo no iba a ser expuesto en un museo, o ni tan siquiera iba a aumentar las arcas de éste; mientras que en la tercera entrega se desvivía por proteger el patrimonio cultural asegurando que los objetos hallados, cuales sean, debían estar en un museo. En fin, incoherencias que poco importan para el desarrollo de las aventuras del arqueólogo. De hecho el personaje perdió parte de su aura enigmática al introducir en las aventuras el elemento familiar arriba mencionado, que funcionó con La última cruzada, pero que con El reino de la calavera de cristal, en la que nos encontramos con la aparición estelar de un hijo secreto, el reencuentro con su partenaire femenina de la primera entrega, la madre de la criaturita, y las excesivas auto referencias, terminaron por cargar a la aventura con un ligero tufo a sitcom, que a mí me molestó. Con esta nueva entrega Spielberg se despachó a gusto autoparodiando la autoparodia. Para mí, a lo largo de los años el estilo ha degenerado hasta el punto en que uno se da cuenta de que Indiana Jones apenas está teniendo ya el mismo protagonismo que antaño tenía, y sus temeridades son ahora respaldadas por una familia capaz de seguirle los pasos allá donde vaya. La infantilización de los diálogos y las situaciones, nada creíbles, como el ridículo reencuentro entre Marion Ravenwood e Indy hicieron que me ruborizara de vergüenza al recordar lo bien que funcionaba todo con En busca del arca perdida. No ayudó el hecho de que luego se superaran a sí mismos introduciendo una secuencia en la que los personajes se veían atrapados por unas arenas movedizas, en una escena del todo risible, y Marion le revelaba a Indy su recién adquirida paternidad. El personaje ha envejecido dicen algunos y por tanto debe cambiar y evolucionar, cierto, pero puede perfectamente no interesarme nada de lo que haga el arqueólogo aventurero a partir de ahora si esa va a ser la tónica general de la aventura. Afirmar que la última aventura de Indiana Jones está a la altura de la anterior saga es un puro acto de orgullo, en el caso de Spielberg, Lucas y Ford, que se remiten a las cifras de recaudación, y de cinismo, si creen de veras que es así. Desde luego no lo es con respecto a la original, filmada con un ajustadísimo presupuesto, en unas condiciones francamente incómodas, a temperaturas bochornosas allí en el desierto de Túnez. Eso se aprecia en los personajes, que son creíbles, que se benefician de un espléndido guión, y cuyo aroma a serie B nunca chirría. Todo lo contrario le sucede a esta última entrega, donde resuena el eco del cartón piedra por los cuatro costados, y cuyo presupuesto se adivina más holgado, cosa que parece no haberla beneficiado. La villana, interpretada por Cate Blanchett, ha sido absolutamente desaprovechada, desembocando en un clímax final falto de emoción, donde apenas nos importa que muera o no. Peor es el caso de Oxley o de Mac, personajes prescindibles donde los haya, que apenas aportan nada a la historia. Una historia cuyos acontecimientos están demasiado deslavazados, y donde uno a uno los personajes van avanzando por la historia como por la jungla, como si de un parque temático se tratara, hasta la desastrosa, para ellos, consecución final. El trasunto con los alienígenas, finalmente aprobado por Spielberg y Ford, nunca llegó a molestarme, si acaso se hubiera tratado de mejor manera; debo reconocer sin embargo que lo mismo sentí con la idea del cruzado inmortal que esperaba setecientos años aburrido en una cripta, reduciendo el concepto de inmortalidad a una mera literalidad carente de sentido, ya en la anterior película del aventurero. Unos personajes que rozan lo ridículo, unas situaciones absurdas, un guión poco consistente, y una total falta de heroicidad convierten a la nueva película de Indiana Jones en un lamentable caldo de acelgas sin sal que tal vez satisfaga los paladares de quienes nunca han creído que el personaje de Indiana Jones sea algo más que lo visto en esta última . La película no aguanta la comparación, que es inevitable para quien ha disfrutado horrores con las primeras, y quien diga lo contrario miente. Porque a uno puede encantarle la película, como quien disfruta viendo cualquier otra aventura fílmica a las que nos tienen acostumbrados desde Hollywood, mejor que la mayoría desde luego, en los últimos años, pero nunca afirmar y reafirmar con total descaro que es más de lo mismo, que somos nosotros los espectadores los que hemos cambiado. Por supuesto, seguro que es eso. Tal vez siempre lo fue y yo creí lo contrario, engañado por una primera aventura excepcional, que me hizo creer que aquello no fue sólo algo fruto del azar.

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