martes, 25 de noviembre de 2008

Quantum of Solace (Crítica 1)


Quantum of Solace es ya la número veintidós de la saga Bond, y llega con una extarordinaria carga publicitaria implícita, mayor en comparación a la media, y que sufraga gran parte del film. Esta vez la dirige Marc Forster, director que se dio a conocer allá por el año 2001 con el drama Monster’s Ball. El director “suizo”, retoma la historia allí donde la anterior terminaba. Esta novedad, la de contar con un Bond que para poder ser entendido en su integridad obliga al visionado de la primera, disculpa las aparentes carencias de la misma. Todo en el nuevo Bond transcurre a un ritmo frenético, furioso, y a veces confuso, siguiendo la estela dejada por la nueva saga del desmemoriado y letal asesino de la CIA, Jason Bourne, que ha marcado innegablemente tendencia, y que Paul Greengrass llevó a extremos a veces insufribles al hacer uso y abuso de la shaky camera. El excesivo temblequeo de la cámara hasta en las situaciones más “estables” llevó a que algunos como yo pensáramos que el cámara padeciera parkinson. Es innegable que con la última de Bond, se intenta imitar, aparentemente, aquello que mejor funcionó en la mencionada saga del asesino Bourne, como es, por ejemplo, el hecho de que haya un montaje trepidante que nos hable de un asesino-agente implacable, eficiente, rápido, y que sin llegar a flirtear con lo imposible e inverosímil, decida posicionarse más bien en el lado de lo posible. Porque Bourne a diferencia de Bond nos trajo la idea de un “superagente” creíble, lejos de la parafernalia tecnológica del agente 007. Casino Royale abandonó la imagen que del agente británico teníamos hasta el momento, potenciando los orígenes militares y violentos del mismo, y su lado menos glamouroso, lejos ya del Bond bon vivant. En Casino Royale 007 mantuvo ciertos elementos de la saga, y no ha sido hasta esta última que se le haya despojado del todo de los más clásicos elementos Bond, o de casi todos. A Bond le pueden arrebatar el Aston Martin, le pueden arrebatar los gadgets más ingeniosos que uno pueda imaginar, y hasta le pueden arrebatar su interés por los “martinis agitados”, pero no le pueden arrebatar su inquebrantable faceta mujeriega, ni tan solo cuando no viene a cuento, que es el caso de Quantum of Solace, resultando hasta ridículo en esta ocasión. Daniel Craig borda su papel, el de nuevo y eficaz Bond, deshumanizando por momentos, al ya de por sí estereotipado personaje. Craig nos muestra a un despechado y oscilante agente, que duda entre la venganza más directa, y la propia conclusión efectiva de la misión. La traición de Vesper en el anterior 007 pesa demasiado aun sobre el personaje, de manera que durante toda la película veamos el rostro de un Bond desencantado, furioso, frío pero poco calculador, más bien destructivo. En esta ocasión, ni siquiera la bella y combativa Camille, una correcta Olga Kurylenko, parece importarle demasiado, más allá de ser quien podrá finalmente conducirle hasta Dominic Green, Mathieu Amalric, siniestro pero poco pomposo villano de la nueva entrega. Uno de los grandes aciertos de la película ha sido, sin embargo, la beneficiosa potenciación del personaje de "M", una magnífica Judi Dench, relegado en la sombra desde siempre, se nos aparece ahora como un personaje más, yo diría que imprescindible, a la hora de lidiar con los excesos de Bond.
Quantum of Solace es una nueva y trepidante aventura que podría haber sido redonda si no hubiera dependido tanto de la anterior, convirtiéndola en un “desenlace alargado” donde apenas se tiene tiempo para otra cosa que no sea disparar, golpear, y saltar. Una sombría apuesta que parece vaticinar lo mejor de Bond para las nuevas entregas, pero que parece reticente aún a abandonar lo peor de la saga.

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