domingo, 25 de enero de 2009

Peter Jackson,adaptando a Tolkien - 2ª parte


Al profesor y escritor J.R.R.Tolkien se le ha tildado siempre de escritor de “literatura fantástica”, lo que es lo mismo que decir “juvenil”, cuando no “infantil”. Un género de evasión conduce al mero entretenimiento, y para nada a la reflexión. La crítica literaria, y todos sus detractores, incluso aquellos que hablan de oídas, han vapuleado sin piedad al escritor inglés, y lo han relegado a las estanterías donde lo que predomina es la literatura “poco seria”, obligándola a convivir con todo género de dragones y elfos a lo World of warcraft. Para la “comunidad literaria” esta clase de literatura juvenil distrae al lector de tareas intelectuales más enriquecedoras. Y por ello resulta injusto que aún hoy día Tolkien no pueda ocupar el sitio que de verdad le corresponde dentro de la gran literatura. Ahora, gracias a la adaptación cinematográfica de Peter Jackson la obra parece indefectiblemente condenada a ser considerada como “literatura poco seria”.
En palabras de Eduardo Segura, doctor en Filología inglesa y experto en la obra de Tolkien, eso significa hablar de Tolkien como un “urdidor de engaños que la razón debe combatir como demonios o entelequias que distraen al ser humano del verdadero conocimiento”. Esta poca “seriedad” ha traído consigo el inevitable sanbenito de asociar a esa pléyade de individuos comúnmente llamados “freaks” con la obra El Señor de los Anillos. Ser considerado un freak no es necesariamente despectivo, aunque se utilice peyorativamente por algunas personas, sobre todo si ello significa ser alguien que simple y llanamente se apasiona por un tema, pero el caso es que el freak más extremo lleva la afición a sus máximas y no deseadas consecuencias, convirtiendo el interés en un estilo de vida. Al respecto me viene a la memoria una anécdota que no tiene desperdicio, la de un empedernido jugador de rol que aseguraba sin rubor alguno que él, en el caso de poder retroceder lo suficiente en el tiempo, sería sin género de duda un guerrero aventajado, entre otras cosas por las muchas vacunas que se había inyectado desde su más tierna infancia, haciéndolo menos vulnerable a las enfermedades, por poseer además vastos conocimientos en el arte de la guerra, consecuencia de la asidua participación en juegos de rol en vivo. El freak en cuestión es un hombre de treinta y tantos años, grande y rollizo pero flojucho, e incapaz de brincar un buen rato con una espada de poliespán en la mano. Un legionario romano debía cargar sus pertrechos de guerra: puñal, espada, escudo y lanza, grandes bolsas impermeables de cuero con ropa de recambio, amuletos, recuerdos, y comida para dos o tres días, botas de cuero llenas de agua; además cada unidad debía cargar en ocasiones pilotes, la tela de las tiendas y estacas. Todo ello podía suponer cargar con un total aproximado de treinta kilos de peso en caminatas diarias de hasta veinte kilómetros, cuando no más, y luego estos mismos legionarios debían ser capaces de combatir durante horas. Esto sólo nos da una leve idea del mar de irrealidades y concepciones del todo preocupantes en las que se hallan sumidos algunos de los extremistas que campan a sus anchas por un mundo imaginario, y esto nos da una idea también de la cruz que deben cargar algunos de los amantes de la obra literaria del profesor Tolkien ante asociaciones tan bufas.
La tarea que Tolkien emprendió fue la de la creación de una mitología, posicionándose como creador absoluto, imaginando mundos con apariencia de realidad, pero cuyo sustrato principal iba a ser puramente humano y reconocible. Tolkien separa lo “meramente real” y por ende empíricamente comprobable, y lo “metafísicamente verdadero” que responde a anhelos e inquietudes más profundos en el ser humano. De manera que la fantasía que destila Tolkien no es una “mentira”, sino que halla su pleno sentido en la reflexión que se deriva de la épica del relato mismo, un reflejo de la “verdad” que novelas aparentemente más realistas no consiguen. El mito es el “espejo” a través del cual percibimos una Verdad que va más allá de la propia realidad, aunque se esconda en la veracidad de un mundo imaginado. Tolkien hablaba de “la pugna por evadir la muerte y el olvido”

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