miércoles, 1 de abril de 2009

El desafío: Frost contra Nixon


A mí Ron Howard, el director de El desafío: Frost contra Nixon, casi siempre me ha parecido un sosainas. Sus películas carecen de la fuerza necesaria como para que consiga implicarme en la historia que nos cuenta. Con excepciones bastante dignas, caso de Willow, Apolo 13, Una mente maravillosa, Cinderella Man, y la que ahora nos atañe. No espero mucho de su siguiente aportación al celuloide, la adaptación de la secuela de la sobrevaloradísima obra literaria de Dan Brown, El Código Da Vinci (una película insulsa y aburrida a más no poder), y que se titula Ángeles y Demonios.
El desafío: Frost contra Nixon
, es sin embargo una película entretenida, más allá de lo que pueda esperarse, tanto por la autoría del film, como por el tema tratado, para quien no esté muy interesado en saber quién era el segundo presidente norteamericano más abucheado después de George Bush. Debo reconocer que esta fue una de esas ocasiones en las que agradecí meterme en la sala con la incómoda incertidumbre de cómo iba a sobrellevar las dos siguientes horas. Fue una grata sorpresa, tanto en contenido como en forma la película superó con creces mis expectativas, infundadas, todo hay que decirlo, ya que el film cuenta con la presencia del siempre excelente secundario Frank Langella, y el no menos excelente Kevin Bacon. Por otro lado la película, y su director han sido nominados tanto en los premios Globos de Oro, como en los Oscar 2008.
La película se basa en un texto teatral, Ron Howard adapta la obra de Peter Morgan, que gira en torno a unas entrevistas que el periodista David Frost le hizo al presidente Nixon. Por tanto nos hallamos ante un film en el que priman los diálogos frente a la acción. Las entrevistas tuvieron lugar tras el mandato del presidente Nixon, que dimitió a causa del escándalo Watergate, y en ellas el ex presidente confió para poder retomar la carrera política perdida, ganándose a los televidentes, seguro de ganar el duelo ante las cámaras porque no veía en el periodista David Frost un inquisidor al que temer. El actor Michael Sheen hace bien su trabajo interpretando a Frost, pero la sombra interpuesta de Langella/Nixon hace que todos nos sintamos identificados con la propia pequeñez de quienes participan en la contienda televisiva, tan magnética es la caracterización del actor (ni tan sólo los más acérrimos detractores del ex presidente, en la ficción, pueden evitar darle la mano cuando por vez primera se topan cara a cara con él) Destaca la presencia de Kevin Bacon, en el papel de Jack Brennan, admirador incondicional del ex presidente, que lo sigue a todos lados, y que sufre por las consecuencias que se puedan derivar de tan incómodas e imprevistas confesiones televisivas. El actor Langella consigue que veamos al Nixon hombre, con sus mentiras y sus ambiciones, sus debilidades, más allá de la mera caricatura que nos llega a través de los medios. En la película Nixon se pregunta cómo alguien como él, que no es capaz de caer bien a la gente, fue capaz de embarcarse en la farándula política, donde la vida social es tan imperante. La vida está llena de contradicciones, desde luego, es la ambigüedad de la que nos habla la película, aunque no en lo fundamental, cuidado, porque Nixon hizo lo que hizo y a los hechos hay que remitirse; en esa ambigüedad radica la excelencia de una película que nos habla también de los retos y la voluntad, capaces de superar los más estrechos prejuicios clasistas de una sociedad que te impone desde niño qué puedes o no puedes hacer. Nixon llegó a presidente, y Frost, un periodista que, como muchos hoy en día, se acerca más a la figura del showman televisivo que a la del periodista verdadero, fue capaz finalmente de tomarse en serio la profesión y dar el todo por el todo de manera rigurosa, e inesperada.
No pienso que Ron Howard vaya a regalarnos muchas más películas como esta última, su sobriedad, a veces insulsez, denotan una evidente carencia de autoría fílmica, siempre a la sombra de su mentor Steven Spielberg. Esta vez Ron Howard ha tenido la buena fortuna de contar con un excelente libreto, que cualquiera sabe cómo ha ido a parar a sus manos, y por supuesto, unas interpretaciones sobresalientes.

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