viernes, 15 de mayo de 2009

X-Men Orígenes: Lobezno


Un lobo sin garra

A los mutantes de la Marvel es, con casi total seguridad, a quienes les debemos el reciente auge de los superhéroes en el mundo del cine. Con la franquicia de Batman ya patéticamente agotada unos años atrás, X-Men (Bryan Singer, 2000) marcó el pistoletazo de salida para toda una serie de producciones superheroicas que se han mostrado como una garantía absoluta de recaudación y que, en líneas generales, han mantenido un nivel de calidad más que aceptable (salvo deshonrosas excepciones como Daredevil, Elektra o Catwoman). El éxito de esa primera entrega mutante ha propiciado que la franquicia se fuera extendiendo a un ritmo de nueva entrega cada tres años, si bien tras la tercera parte los productores decidieron reestructurar la franquicia e ir estrenando spin offs de los personajes más importantes. Y como no podía ser de otra manera, el mutante elegido para liderar esta nueva oleada ha sido Lobezno, uno de los personajes más interesantes de toda la Casa de las Ideas, y que ya gozara de un creciente protagonismo en cada una de las entregas anteriores de X-Men.

Si con algo partía este nuevo proyecto era con un enorme potencial para realizar una excelente película de acción, y es una verdadera lástima comprobar como gran parte de todo este potencial se ha perdido por el camino. X-Men Orígenes: Lobezno, es una buena película de acción; con escasos ratos muertos resulta entretenida, divertida, y espectacular por momentos, con un protagonista carismático ensalzado por la nuevamente convincente interpretación de Hugh Jackman y un buen plantel de personajes secundarios interesantes. A pesar de ello, decepciona. Decepciona porque todos esperábamos mucho más de Lobezno. Rápidamente nos hemos malacostumbrado a películas maduras de superhéroes, con los recientes estrenos de El Caballero Oscuro de Nolan y los Watchmen de Snyder, sin olvidarnos de las mismas dos primeras entregas de X-Men de Singer. Por supuesto, no es necesario (ni recomendable) el otorgar el enfoque denso de dichas películas a toda adaptación superheroica, puesto que en la mayoría de los casos no es el que precisan. Pero Lobezno… Lobezno sí se merecía mucho más que una simple película de acción. Nosotros, espectadores, merecíamos penetrar en la compleja y atormentada psique de ese mutante que ha pasado casi un siglo de combate en combate, convertido en una máquina de matar casi teledirigida. Merecíamos presenciar los estallidos de furia de una criatura rabiosa, en unos instantes en los que desaparece todo vestigio de su humanidad y se convierte, simplemente, en una bestia luchando por sobrevivir. Y nada de eso nos encontramos. El Lobezno que se nos planta delante apenas saca las garras, y cuando las saca, ni siquiera araña. ¿Y qué sentido tiene hacer una película de Lobezno, si éste no actúa como tal? Pues más bien poco. Para compensar tamaña deficiencia, nos encontramos con nuevos mutantes que hasta ahora no habían aparecido en cine y que al menos le otorgan cierto interés a la cinta. Es el caso de Gambito, que ya había muchas ganas de verle en la pantalla grande y que está perfectamente caracterizado e interpretado; Masacre, cuya participación en la trama se antoja harto escasa; y Dientes de Sable, que a pesar de alejarse de su homónimo en las viñetas constituye un perfecto alter ego para Logan. Estamos pues ante una película diseñada para entretener y contentar a los seguidores de los mutantes que se conformen con pasárselo bien frente a la pantalla, viendo a los mutantes en acción haciendo lo que mejor saben hacer, y esto, desde luego, lo cumple. Veremos si en futuras entregas, que seguro las habrá, cuentan con un guión más atractivo en el que se profundice mucho más y mejor en nuestro mutante favorito.

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